Tras una larguísima noche de desconocimiento, despilfarro y escándalos que duró casi seis años, la llegada de Guillaume Long al Ministerio de Relaciones Exteriores podría significar, aunque tarde, una bocanada de aire fresco a la política exterior y a la Cancillería. El flamante Canciller es un académico joven, preparado, con una visión amplia del mundo y con conocimientos suficientes para cumplir una buena tarea. No será sencillo. Tiene poco tiempo para despatiñizar nuestra vinculación exterior y enderezar el rumbo.
Long debe implementar una política exterior pragmática que tenga como prioridad la defensa de los intereses nacionales por encima de la hiperideologización que ha caracterizado la gestión del canciller Patiño. Los objetivos deben estar claros y las estrategias definidas. Siempre deberá poner por delante nuestros intereses –lo cual será una prueba de su cuestionada ecuatorianidad- antes que ideologías superadas.
Frente a la aguda crisis económica del país se impone que Long haga recortes sustanciales y factibles al inflado presupuesto de la Cancillería. Es obligada la reducción del excesivo personal que por manejos políticos se ha hecho en Quito y en embajadas y consulados. ¡Se habla de más de 2 000 cuando hace nueve años no pasaban de 700! Y deberá racionalizar el gasto en materia de viajes al exterior de funcionarios de la Cancillería.
Dar un auténtico impulso a la solución del caso Assange, al que siempre he apoyado. Si, según se conoce, Suecia ya ha expresado su disposición a que Assange rinda testimonio en nuestra Embajada en Londres, no hay que buscar subterfugios para impedir que esa declaración pueda darse. Por razones humanitarias hay que resolver este asunto y dejar de hacer de él un símbolo de promoción política.
Rescatar la institucionalidad perdida del Servicio Exterior para que este sea más eficiente y defienda y promueva los intereses del Ecuador. La herencia que recibe el nuevo Canciller es pesada, no dispone de un sistema organizacional adecuado para la implementación de la política exterior. Se encuentra destruida su estructura y con un personal profesional desmotivado. Y, para colmo, no tiene ya la Academia Diplomática que aún deambula sin norte en el IAEN.
Reforzar la participación efectiva y no retórica del Ecuador en los organismos multilaterales que sean de interés para el país. Apoyo otorgar preferencia a la Unasur y a la Celac como reivindicación del proceso de integración latinoamericano pero no hay que descuidar otras alternativas, particularmente la ONU.
El ministro Long dispone de solo 14 meses. Por tanto, en los temas de fondo, me temo, no habrá variación; por el contrario, habrá un continuismo sin mayor beneficio. En todo caso, en un fin de período, el aire fresco es saludable.