El “proyecto” está en declive. Las caras de desazón y desespero de personajes como el ‘Corcho’ hablan más que mil palabras.
Todo comenzó con la malhadada idea de ir a una consulta popular. Ahí empezó el resquebrajamiento, y desde entonces nada ha vuelto al momento mágico que alguna vez era la tónica revolucionaria. Ha empezado la decadencia.
En la época milagrosa las leyes se aprobaban como canguil de microondas, los mandatos surgían a millares surgir, y la Constitución se aprobaba en medio de algarabía. Esos eran tiempos especiales, los de la mítica refundación y de la revolución que iba en marcha. Ya lo tenían casi todo, pero la ambición pudo más que cualquier sentido de realidad. La codicia política se volvió desmedida y se tomaron decisiones políticamente inviables. La justicia y la prensa eran los blancos.
A partir de ahí la revolución solo empezó a restar. Comenzó con los votos: la consulta fue aprobada con márgenes estrechos, incomparables con las victorias aplastantes del correísmo que sirvieron para el alarde, la imposición y la arbitrariedad. Los temas populares de la consulta no opacaron el rechazo creciente al control de la libertad de prensa y de la justicia.
Pero en el proceso no solo se restaron votos, sino militantes y asambleístas cuya fortaleza intelectual y política, le ocasionaron al oficialismo ostensibles bajas. Romo, Rodríguez y Amores fueron puntales en el Legislativo, y aunque su salida pretendió soslayarla el Gobierno, el “proyecto” perdió peso intelectual.
Sin embargo, la resta principal provino del deterioro de la credibilidad internacional del gobernante. El prestigio de aquel académico distinguido que matizaba tan adecuadamente la imagen del Ecuador como diferente a la venezolana, empezó a desmoronarse. Sus méritos y credenciales académicas sirvieron poco para desvirtuar la reputación que se forjó como gobernante irrespetuoso de las libertades y del ecuatoriano como un régimen de baja tolerancia política.
Así el escenario político en tiempos del declive se volvió sombrío para el Gobierno. De momento son las vicepresidencias en la Asamblea, pero en adelante serán todas las leyes que estaban en agenda. Cada una de ellas tiene, de momento, un pronóstico reservado, pues con el equilibrio de fuerzas en la Asamblea, las épocas gloriosas del unilateralismo, se irán a la memoria.
En época de vacas flacas, quizás los gobiernistas, se la piensen dos veces antes de pretender absurdos como ciertos artículos de la Ley de Comunicación. Paco Velasco, quizá en esta nueva etapa, recuerde lo que parece haber olvidado: cómo sus micrófonos se abrieron sin censura previa en las épocas de forajidismo. Quizá ahora, devueltos a la cruda realidad, entiendan la dimensión temporal del poder.