Esta es una cuestión central frente a la cual se han enunciado varias alternativas, sobre todo si se considerara que la mera supresión del examen nacional de ingreso no amplía sin más la oferta. Es necesario adoptar un conjunto coordinado de medidas que amplíen el acceso a la educación superior.
La primera es el incremento de las asignaciones de las universidades públicas. Con recursos se puede ampliar el número de carreras y plazas. Pero también las universidades deben hacer esfuerzos para optimizar los recursos que ya reciben, que son cuantiosos. Hay mucho que se puede hacer, sobre todo si se crean incentivos para las instituciones que reciben más alumnos.
Una segunda medida es la ampliación de los institutos superiores. Reabrir los que funcionaban en el marco de los colegios técnicos es vital, sobre todo porque con eso se ahorra recursos administrativos y se usa mejor la infraestructura. Insistamos en que se debe reabrir los normales. Con su cierre se eliminó miles de plazas alternativas para la educación superior y se generó un déficit de maestros. Ahora se reclutan simples bachilleres para la educación rural, la peor atendida del sistema.
Otra medida es orientar al Secap a los bachilleres que pueden obtener allí capacitaciones profesionales rápidas que les permiten acceder al trabajo. Esto implica un esfuerzo de coordinación. Pero la necesidad más apremiante es una reforma al currículum de bachillerato que, sin volverlo preparatoria de la universidad porque es título terminal, oriente y capacite a los alumnos para que puedan acceder a las instituciones superiores con conocimientos suficientes. Demás está decir que los cursos de nivelación deben ser financiados con recursos públicos, ya que ahora es un negocio privado que cuesta mucho a los aspirantes.
Por fin, hay que advertir que la autorización que se ha estado dando para que se ofrezcan en el país titulaciones de universidades privadas extranjeras que cobran, no amplía los cupos gratuitos y fomenta el deterioro educativo y la corrupción.