Un sistema cambiario per se no es una panacea ni un factor de competitividad para un país. La dolarización no es una excepción. Sin embargo, para países que se han caracterizado por alta volatilidad económica, cambiaria y financiera, adoptar una moneda fuerte (o de reserva) otorga una base de estabilidad que les permite trabajar en los temas fundamentales que determinan su productividad.
En estas últimas dos décadas, la dolarización en el Ecuador ha sobrevivido a recurrentes choques externos, incertidumbre política e incluso la terrible pandemia que sumió al país en la peor crisis económica y social desde que se registran estadísticas. Si supimos salir de esta, podemos confiar en que el esquema cambiario resistirá los más graves embates internos y de la economía mundial.
Varios factores explican esa resiliencia, principalmente la fuerte preferencia de los ciudadanos por una moneda que no se deprecie, precios de exportación relativamente elevados e importantes flujos de capital externo. Adicionalmente, durante la pandemia, la fortaleza del sector financiero, el apoyo multilateral y las remesas del exterior apuntalaron la dolarización y evitaron que una crisis tan grave termine en una corrida de depósitos e inestabilidad financiera.
No todo es favorable en un sistema de dolarización. Idealmente, un país pequeño, abierto y sujeto a choques externos debería contar con instrumentos de política monetaria y cambiaria para enfrentar dichos choques. Sin embargo, eso supone que las economías en estos países sean manejadas prudentemente, en especial en su política fiscal y financiera. De lo contrario, es preferible no contar con estos instrumentos que utilizarlos de manera irresponsable.
Un símil: es bueno tener un vehículo que nos permita movilizarnos de manera eficiente. Pero si el conductor siempre está manejando borracho, es preferible quitarle el volante de las manos. Es lo que sucede cuando un país tiene un frágil manejo macroeconómico: mejor renuncia a tener una moneda propia y evita peores males.
Al no tener esta herramienta, no puede hacer el ajuste vía tipo de cambio e inflación, y debe enfocarse en trabajar en los factores fundamentales que determinan la productividad: la innovación, la calidad del capital humano, la inversión en infraestructura y la reducción de costos inútiles e ineficientes como la tramitología o barreras logísticas. Una empresa se beneficiaría más de aduanas eficientes y transparentes que una devaluación que le ayudaría a recuperar mercados, pero solamente de manera espúrea o falsa.
La dolarización se salvó de una de las situaciones más difíciles que ha enfrentado desde su nacimiento. Pasado el susto, al igual que muchos convalecientes del covid, el país deberá concentrarse en las enfermedades o condiciones preexistentes, muchas de las cuales se han empeorado durante esta crisis.