Francisco Rosales Ramos
Desesperado
“1. Dominado por la desesperación. 2. Que no tiene remedio o no permite concebir esperanzas. 3. Acudiendo a remedios extremos para lograr lo que no parece posible de otro modo”. Así define “desesperado” el diccionario de la RAE. Y la tercera acepción le cae como anillo al dedo a Correa, porque ninguna de sus aventuras logra el actual propósito de su vida: echar abajo las condenas penales y los numerosos juicios en proceso, que le pondrán con sus huesos en la cárcel, o le condenarán a no moverse del país de su cónyuge, y estar como “diablo en botella”, a riesgo de ser apresado en cualquier lugar.
Intentó echar abajo al gobierno de Moreno, con la complicidad de un violento grupo indígena y otros desadaptados en la asonada de octubre de 2019, que por poco destruye Quito, dejó sin agua potable a Ambato, cerró pozos petroleros, invadió y destrozó plantas industriales y cultivos agrícolas, cortó caminos y carreteras, incendió la Contraloría y un largo etcétera de atropellos.
Su títere, candidato presidencial, impugnó la candidatura de Lasso arguyendo que tenía inversiones en paraísos fiscales, lo cual se prohibió por una ley ad-hoc dictada precisamente por el caudillo. Pero el CNE desechó la impugnación porque no se probó lo alegado, y calificó la candidatura. Triunfó Lasso (posiblemente por segunda vez, pues cuatro años antes habría también ganado la segunda vuelta, pero las autoridades electorales al servicio del “proyecto” dieron el triunfo al candidato oficial), con lo cual se desarmó todo el andamiaje que había creado para dejar sin efecto las sentencias condenatorias, terminar las investigaciones de la Fiscalía y declararlo honrado y pulcro en el manejo de los contratos y fondos públicos.
En mayo de 2021 por poco logró un acuerdo político contra natura para designar las autoridades de la Asamblea Legislativa, que abortó la víspera de que se consumara, con lo cual por tercera vez se frustraron sus expectativas.
Y ahora, octubre–noviembre de 2021, creyó encontrar su tabla de salvación en los llamados Pandora Papers, que incluyeron al presidente Lasso entre los jefes o ex jefes de Estado que tendrían inversiones en paraísos fiscales. Armó una tramoya con comisión ad-hoc, “expertos” extranjeros y otros similares, que parió un vergonzoso informe de 351 páginas que carece de toda rigurosidad legal, gramatical y ortográfica, pero que sugiere la destitución del jefe de Estado. Felizmente parece que el pleno de la Asamblea desechará Chuki Seven 2, con lo cual también fracasaría el cuarto intento de librarse de sentencias y juicios. Pero la muñida frase “déjenlo volver” que facilitó hacer bobo a un movimiento político por largos años, se mantendrá con RC y su ilimitada capacidad de engaño a un sector ciudadano, que sigue creyendo en encantadores de serpientes y uña de la gran bestia.