Evo y Arce: a tercera vuelta

Evo nos recibió a las 23:30 junto con su canciller David Choquehuanca. Del BID estábamos el vicepresidente de sectores, el representante en Bolivia y yo. Evo había empezado su jornada a las 4:30 y, a pesar de lo avanzado de la noche, nos convocó a esa hora para analizar sus programas sociales.

Antes de entrar en materia, nos dio lecciones prácticas de política. Esa mañana había inaugurado una obra y, como era su costumbre, había jugado fútbol como parte de su agenda. Comentó que hace tiempo había aprendido que un acto público jamás debía hacerse después de un partido, sino en el intermedio, porque de lo contrario, los miles de curiosos atraídos por el fútbol, se le iban.

¿Y cómo quedó el partido?, le preguntamos. Se emocionó y nos relató que iban 3-3 y en el minuto 90 le hicieron un penal. El pueblo pedía que él pateara, pero se negó y pidió que fuera un compañero. Nos dijo que, si él pateaba y metía gol, mucha gente habría dicho que le regalaron el penal. Pero si fallaba, esa habría sido la noticia: ¡Evo se mamó un penal!

Después de la introducción político-futbolera, Evo escuchó las recomendaciones de consolidar, focalizar y evaluar sus programas sociales, y concebirlos no solo como un mecanismo de alivio a la pobreza, sino como una estrategia de formación de capital humano. Evo hizo de estos programas el puntal de su política social que en una década permitió reducir la pobreza del 60% al 35%.

Ciertamente, disfrutó de altos precios de las exportaciones que dinamizaron el crecimiento, pero, a diferencia de Ecuador, pudo acumular reservas externas, mantuvo una posición fiscal sólida y no se endeudó en exceso. En términos macro, hasta 2015 Bolivia pasaba los exámenes de cualquier economista ortodoxo.

Su ministro de Finanzas en ese entonces era Luis Arce, un economista de carrera del Banco Central, a quienes muchos analistas le atribuyen el manejo prudente de las finanzas públicas y haber parado algunos desmanes del propio Evo. Él es ahora el nuevo presidente electo de Bolivia.

No todo fue color de rosas. Después del 2015, el manejo fiscal se relajó, coincidiendo con el fin de los altos precios de los productos básicos, los afanes de reelección indefinida y los escándalos de corrupción. El gasto público llegó a un récord de casi 55% del PIB, el déficit público superó el 8% del PIB y la deuda se disparó.

Vinieron unas tumultuosas elecciones en las que hubo acusaciones de fraude y golpe, según el gusto del lector, pero al final, la democracia avanzó con el triunfo de Arce. En línea con la anécdota futbolera, Evo dejó que Arce pateara el penal. Lo hizo y ganó en primera vuelta. No habrá segunda, pero puede haber una tercera vuelta, pues Evo está de regreso y Arce tendrá que definir quién mismo es el capitán del equipo.

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