Una dictadura por la concentración del poder o un gobierno electo por un populismo fanático en una economía con recursos, generan estabilidad política, pero jamás una democracia. El resumen para esta situación en América Latina puede constar en un eslogan: produzcan y no protesten.
El estado, en una sociedad de esta naturaleza, no es garantía de derechos ni libertades sino de mantener un orden al costo que fuere. Este tipo autoritarismo puede durar mucho, pero no cambian las raíces básicas o primarias que son parte de la cultura los pueblos desde hace algunos siglos.
En el Ecuador, a raíz de los sucesos de “La Gloriosa” de mayo de 1944 se dieron cambios que trazaron la ruta hasta 1961 en que el final de la edad de oro del banano y la irrupción de la revolución cubana colapsaron con esa etapa de la democracia en el Ecuador. Sin embargo, de ese periodo se registran ,con respeto político, una generación conformada entre otros por Camilo Ponce, Guevara Moreno, Galo Plaza, Raúl Clemente Huerta, Eduardo Salazar, Assad Bucaram, Pedro Saad y otros del mismo nivel que se distanciaron de la herencia liberal y de los conflictos religiosos de la primera mitad del del siglo XX.
Otro caso relevante fue lo sucedido a raíz de la dictadura militar de 1972 a 1978 y su plan de retorno. Se archivó la trilogía de liberalismo, conservadorismo y socialismo. En su reemplazo emergieron un renovado CFP, la Democracia Popular, la Izquierda Democrática, el Social Cristianismo y el PRE que mantuvieron la tradición institucional desde 1978 a 1994.
En la actualidad, después o en medio del coronavirus, vamos a elegir un nuevo gobierno: presidente y legisladores. Por nuestra cultura caudillista nos importa el candidato a presidente; los otros son elegidos del montón sin considerar que son la fuerza más importante de la República.
En esas circunstancias se ha producido un fenómeno sobre el que hay meditar. De manera natural, emergen de nuevos rostros o actores en los escenarios púbicos, que han desplazado en presencia o importancia a quienes optaban por inercia puestos de privilegio.
Son nueva caras en el difícil ejercicio público por firmeza, la ausencia de un discurso de campaña y la serenidad con que enfrentan los embates contra la corrupción contra fuerzas públicas y privadas en la batalla contra el latrocinio y su impunidad. En ese entorno, los afectados necesitan incorporarlos a sus rediles y manipularlos o neutralizarlos. Son juveniles en política, tienen empatía evidente con el conglomerado ciudadano y sobresale su firmeza y coraje. Ojalá que no los conquisten y los manipulen. En la era tecnología se descubrió que las sirenas ni su canto existen. Ojalá lo sepan. La única receta para su autonomía es que ellos de manera exclusiva, elijan las listas de candidatos al parlamento. Que aceptan en el acto de inscripción de su candidatura la lista de los legisladores. No es prohibido levantarse más temprano.