Lecturas electorales

Las lecturas que arroja una elección como la del domingo anterior, pueden ser de lo más variadas. Entre ellas, por supuesto, están las de los vencedores que acatan y agradecen con humildad y conciencia de servicio el favor de los votos, o la de aquellos soberbios que se ensañan con los vencidos. Y, cómo no, están también los tiranuelos despreciables que no tardan en amenazar y señalar a los opositores que serán objetivo de sus más bajas pasiones.

Entre las sorpresas está la contundente votación de centro izquierda, reflejada especialmente en Pachakutik y en la renacida Izquierda Democrática. El discurso fresco de sus candidatos, su mensaje claro y sin vacilaciones a favor de la ampliación y tutela efectiva de los derechos humanos, tuvo un efecto definitivo en la población, y sobre todo en los jóvenes que representan más del sesenta y cinco por ciento del padrón. Una lectura correcta de esta votación debe dejar muchas enseñanzas a los demás candidatos.

Pese a que el correísmo ha venido decayendo progresivamente en las elecciones desde hace varios años, mantiene aún una base dura que se consolida y crece incluso en las provincias de la Costa, pero que se desinfla de manera incontenible en la Sierra y el Oriente. Su propuesta, como siempre populista y mañosa, fue ofrecer dinero a los más pobres, una compra de votos que no ha sido ni investigada ni sancionada y que con el paso de los días se diluye en explicaciones cantinflescas, volteretas y nuevos engaños. Sin embargo, mucha gente se jugó otra vez por la pura expectativa, lejana pero expectativa al fin, de que aquellas mentiras se hagan realidad.

Entre los aspectos negativos de este proceso electoral está la proliferación de candidatos presidenciales sin opciones, algo que se anticipó hasta el cansancio y que concluyó como estaba previsto, con la derrota triste, humillante y vergonzosa de casi todos los postulantes, cuyos egos, ambiciones y jugarretas políticas, una vez más, le han salido demasiado caro al país.

Pero sin duda lo peor y más doloroso de esta elección ha sido el racismo y la discriminación que inundan las redes y los espacios públicos cuando se refieren a candidatos indígenas. No solo parece que seguimos arrastrando la inhumanidad, estupidez e insensatez del pasado, sino que, además, para ese tipo de prácticas y actitudes crueles y aberrantes nos alineamos dócilmente con los tiranos a los que rechazamos de labios para afuera, pero que a veces se parecen tanto a nosotros a la hora de denigrar, insultar y descalificar a opositores y contradictores.

Si leemos bien estos resultados, notaremos que un mayoritario segmento de la población votó el domingo anterior por la democracia y por la defensa irrestricta, efectiva e ineludible de los derechos humanos. Las bases de unión de los demás candidatos frente al totalitarismo están ahí, en la división de poderes, en la institucionalidad y, sobre todo, en el respeto por todas las personas sin distinción alguna.