Los enemigos del Comyf

La propuesta del Gobierno de reforma a la Ley Orgánica Monetaria y Financiera, Comyf, es de esos proyectos que destilan sensatez, véaselo por donde se lo vea. Lo interesante es que hay gente que se opone a la reforma. ¿Por qué será?

El proyecto, que fue entregado a la Asamblea el día lunes, para luego ser devuelto el miércoles por “errores de forma” y que se espera que regrese al Legislativo en estos días, tiene varias cosas interesantes. La primera es devolverle al Banco Central (BCE) algo de autonomía, autonomía que está pensada, antes que nada, para que la próxima vez que el gobierno le pida dinero al Central, éste le pueda decir, con tranquilidad e independencia, que “no”.

Desde la reforma del 2019, la ley vigente ya prohíbe los créditos directos del BCE al gobierno, pero siempre habrá la solución “creativa” de inventarse algún dinero electrónico modificado o alguna línea de crédito indirecta o cualquier otra manera de succionarle recursos al Central y, justamente para garantizar que esa vías “creativas” no se conviertan en una forma de sacarle recursos al BCE, la ley le quiere dar la mayor autonomía posible, dentro de la pésima constitución que tenemos.

La ley también busca regresar al esquema de cuatro sistemas en el balance del BCE, esquema que funcionó sin ningún problema entre 2000 y 2014, cuando la dolarización no era ni tan popular ni tan sólida como hoy y cuando era clave generar confianza en un sistema naciente.

Esos cuatro “sub-balances” priorizan el uso de la reserva internacional para aquellas cosas que son más importantes para el funcionamiento del sistema monetario y permiten dar una mayor tranquilidad a los depositantes de cualquier institución financiera.

El proyecto de ley también busca aclarar la estructura de regulación, tanto de la política monetaria como del mundo financiero (bancos, cooperativas, mutualistas), dejando mejor delineado quién regula qué y quién implementa las normas y los controles en dos áreas tan delicadas. En resumen, un montón de cosas coherentes.

¿Quién, entonces, podría oponerse a algo tan sensato? Muy sencillo, esta ley es lo peor que le puede pasar a cualquiera que sueñe en sacarle recursos al Banco Central para así pagar más gasto público. Sencillito.

El BCE tiene actualmente unos USD
7 000 millones de reservas, pero eso es sólo un poco más de la mitad de lo que debería tener, al menos si queremos llegar a los niveles de cobertura que tuvimos en marzo del 2 000 (cuando nos dolarizamos), niveles que se mantuvieron en términos generales hasta el 2015. Pero claro, ese montón de plata es una tentación para los populistas gastadores que sueñan en aumentar el tamaño del Estado. Ellos, obviamente, se opondrán al Comyf.

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