Chile, Ecuador y Perú evidencian una extrema crisis de los partidos políticos en su adhesión colectiva, convocatoria y resultados electorales. No es que la democracia haya desaparecido, sino que sus principales instrumentos de interlocución están próximos al destino final. Las fuentes ideológicas y políticas del siglo XX se han agotado y no hay sustitutos en la agenda. Los conflictos mundiales y la Guerra Fría ahora son solo parte de la historia y las banderas que flamearon entonces, hoy carecen de viento y de luz. Al parecer, una suerte de nihilismo político invade al Occidente en contraste con los ímpetus religiosos o nacionalistas de otras zonas del planeta. Es una situación muy grave, pues será difícil que la democracia sobreviva sin sus principales instrumentos de intermediación. Significaría que la puerta queda libre para cualquier aventura populista o mesiánica.
En Chile -una de las democracias más desarrolladas del continente- casi el 50 % de los electores en el reciente proceso constituyente no representan a partidos históricos que fueron los receptores de las vertientes políticas y filosóficas desde la segunda mitad del siglo XX.
Perú hereda una historia política muy dolorosa y la vigencia de partidos como el APRA o Acción Popular se eclipsó. Ahora define su futuro entre el populismo fujimorista y una aventura de izquierda radical. Ni Keiko ni Castillo son garantía de ningún tipo de flujo democrático. En el caso ecuatoriano, luego de la lidia contra el toro socialcristiano, el matador Lasso, sin espada y sin capote, asumió el reto del futuro. En sus primeros pasos desde el poder no hay indicios ni rumbos ciertos en esta materia. Basta evaluar a los miembros del primer gabinete. Al parecer la única agenda es sostenerse y entregar el mando al que sigue. El último esfuerzo nacional por apostar a un líder y un movimiento diferentes terminó en una nube de corrupción y confusión plasmada en la constitución de 2008. Sin rubor se llamaban socialistas.
El Ecuador luego de una vehemente campaña electoral enfrenta la crisis mediante acuerdos puntuales que se alejan de escoger una salida similar a la de Bolsonaro en Brasil o el dueto que supera las instancias democráticas en el Perú. En estas circunstancias el gobierno ecuatoriano debe navegar entre acuerdos puntuales como en las pasadas elecciones de autoridades legislativas: una ley si y otras no, mediante constantes y hasta diarias negociaciones. Algunas veces será con los deprimidos del PSC, otras con los de Pachakutik que son permeables a la izquierda desestabilizadora. Se trata de una fórmula práctica para evitar que un líder o movimiento caudillista renazca como una pandemia indomable.
Luego de las elecciones para la Asamblea Constituyente, Sebastián Piñera dijo: “Los chilenos hemos demostrado que el diálogo es más fecundo que la intolerancia, la colaboración es más poderosa que la confrontación y la esperanza es más inspiradora que el miedo…”