Luis Chocho, Yaku Pérez
El ‘de terno y corbata’ en una foto, mirada y sonrisa dulces y apacibles, nació en el cantón Santa Isabel, que tantos emigrantes envió a España en los años más duros. Fue hombre transparente: entre ecuatorianos melindrosos y falsos, tuvo la enorme suerte de la certeza de su origen: no intentó cambiar su apellido, quitarle haches, añadirle una tilde o una zeta... Habría sido un gran político: dedicado, exigente, honrado y bueno, cumplió las tareas que se impuso. Enfrentó con honor sus deberes respecto de sí mismo y de los demás y tuvo una vida, si ya no en pobreza, tampoco en abundancia. Recibió la gratitud de sus pupilos. Asimiló, con pleno derecho como propios, sus triunfos. Dice la emocionada necrología que publica EL COMERCIO: ‘Entrenador de entrenadores, formó y dirigió a medallistas olímpicos, mundiales y panamericanos que tiene Ecuador’. Viajó a doce campeonatos del mundo y a ocho ediciones de los Juegos Olímpicos, porque formó en el Ecuador, en los ochenta, a los primeros marchistas en esta ‘extraña disciplina’. El agradecimiento que recibió y recibe luego de su infausta y temprana partida reafirma las numerosas, difíciles alegrías que vivió, con el éxito de cada uno de sus pupilos: Jefferson Pérez, Joel Villavicencio, Andrés Chocho, Claudio Villanueva, Rolando Saquipay…, tantos otros.
Pienso en él, que se fue, y en Carlos Ranulfo Pérez Guartambel, que cambió sus nombres españoles por los quichuas Yaku Sacha, (‘Agua del monte’), tan al contrario de nuestros arribistas… Nació, como Chocho, en el Azuay, en el pueblito de Cachaipucara; creció, estudió y es abogado especializado en justicia indígena, Derecho Ambiental y Penal y Criminología, y diplomado en Gestión de Cuencas Hidrográficas y Población. Fue presidente de la Coordinadora Andina de Organizaciones Indígenas y de la Ecuarunari; Prefecto del Azuay y candidato por Pachakutik a la Presidencia del país, en la primera vuelta recibió alrededor de un 20 por ciento de la votación. Estoy convencida de que él, como Lasso, aun aparentemente en las antípodas, representan a la mejor gente, la gente buena de nuestro país múltiple, noble y vario, y de que ninguno de los dos, de llegar al poder, se aprovechará de su posición para su lucro personal. Como escritores de opinión, a veces debemos anticipar nuestros artículos respecto de la realidad, y quiero, al comparar a estos dos hombres de bien, esperar que Pérez y los suyos acepten dignamente la realidad, tanto si su candidatura ‘vence’, como si ‘vence’ la de Lasso. De cumplirse esta última hipótesis, Yaku y los suyos tendrían tiempo para asistir al devenir del país que todos queremos y esperamos sea mejor, y para prepararse para la próxima victoria, que el Ecuador, salvados los escollos de este terrible tiempo de pandemia y miedo, sin duda, le dará. Tal actitud dotará de una dignidad nueva a él y al movimiento indígena, que aceptamos hoy y aceptaremos en el futuro. ¡Yaku, si no es hoy, será pronto. Será!