¿Cuál es el legado del neopopulismo en Argentina? Ya la historia se encargará de hacer el balance detallado, pero por lo pronto, 90 leyes de última hora y la negativa a hacer una transición civilizada. Es el modo en que el kirchnerismo digiere un final impensable, tanto porque a este tipo de gobiernos les conviene creerse el cuento de que llegaron para quedarse, como por la insólita derrota peronista en las urnas.
¿Cuál será el legado del Partido de los Trabajadores de Brasil (PT), en el poder desde 2003 y cuyo Foro de Sao Paulo de 1990 se convirtió en el sustento ideológico de un movimiento regional que parecía estar más vivo que nunca hasta hace poco? Hoy, sus líderes Lula da Silva y Rousseff luchan por librarse de un escándalo de proporciones apocalípticas alrededor de la corrupción en Petrobras.
Y no es que la corrupción política sea nueva en Brasil o solo sea atribuible a ese partido. Es que el PT llegó con una promesa de cambio, esa misma promesa que resonó en varios países sudamericanos como una alternativa a las viejas prácticas políticas y que dio lugar a organismos, foros y declaraciones tan numerosos como imprácticos y dispendiosos. Hoy en Brasil los aprietos económicos hacen más notorias las consecuencias del saqueo al Estado.
Pero los de inicios del siglo XXI eran tiempos de optimismo y había el dinero y la necesidad política suficientes para convertir a nuestros países incluso en laboratorios de teóricos españoles que, si son realmente inteligentes, ya habrán notado que las conclusiones aprendidas no les servirán para ningún otro lugar que no sea El País de la Canela que también buscaban sus predecesores. El petróleo y las materias primas pagaban las cuentas.
¿Cuál es el legado del chavismo, en el poder en Venezuela desde 1999? Su sucesor, Nicolás Maduro, se dice decidido a defender la revolución incluso más allá de los resultados del 6 de diciembre. Un país polarizado y desinstitucionalizado, con unas finanzas y un sistema productivo destruidos, con una inseguridad fuera de control, es lo más visible que queda.
Siempre se podrá decir que se hizo mucho por los más necesitados. Las frías cifras muestran que la satisfacción de las necesidades básicas y el crecimiento de la clase media en la región no obedeció a la orientación de los gobiernos sino a las condiciones económicas y a la aplicación de programas sociales que empezaron antes. Pero siempre es fácil atribuirse los aciertos y achacar los errores al imperialismo y sus ‘golpes blandos’.
El único legado que quedará del socialismo del siglo XXI será el que dejen gobiernos serios que no sucumbieron a la consecución del poder como un fin en sí mismo y que aprovecharon la bonanza para crear las verdaderas bases de la producción de riqueza, que no dividieron para reinar ni que se llenaron la boca de discursos sobre derechos. ¿Y en el Ecuador cuál será el legado?