Las entrevistas recientemente concedidas por el ex presidente Correa a algunos medios de información pública, en Bruselas, me trajeron a la memoria esos versos incisivos de García Lorca quien, al referirse a la actuación de la Guardia Civil durante la guerra española describió su inhumanidad diciendo: “Tienen, por eso no lloran, de plomo las calaveras…”
Una vez más, reeditando lo que se convirtió en pan de cada día durante diez azarosos años, quienes escucharon o vieron tales entrevistas pudieron constatar que el ex mandatario parecía seguir considerándose máxima autoridad nacional. No le bastó haber entregado a su sucesor tres libros blancos con instrucciones sobre cómo dirigir al país, ni le satisfizo que muchos de sus colaboradores más cercanos sean parte del nuevo gobierno, ni se calmó con las promesas de que el espíritu de su revolución seguiría vigente. Le disgustó entregar el poder. El estilo del presidente Moreno y su llamado al diálogo le ofendieron. Y estalló en volcánica rabia cuando se empezó a conocer la verdad sobre la crisis material y moral en la que él le había sumido.
En ocasión anterior recordé el sabio consejo del Quijote quien, instruyendo a Sancho, le decía que un buen arrepentimiento es la mejor medicina para las enfermedades del alma.
Sin embargo, hay almas que no admiten remedio alguno pues carecen de la capacidad de autocrítica y consideran que arrepentirse es mostrar debilidad. Paradójicamente, se atribuyen tardíamente el error de haber confiado por años en quienes ahora critican las políticas que antes aplaudían. Afirmar, sin sonrojarse, que en su gobierno reinaban las libertades, la tolerancia y la pulcritud y que, con Moreno, se han desatado la opresión, la persecución y la corrupción, sobrepasa los límite de la racionalidad. ¿Fue entonces bien fundado ese diagnóstico del “síndrome de la abstinencia del poder” usado por el presidente Moreno para responderle? ¿Si la salud de este último es frágil, como ahora lo proclama Correa con cruel indelicadeza, ¿no fue irresponsable tomar la decisión de “regalarle” la candidatura presidencial?
Los excesos de la Guardia Civil española, en época de guerra, trastrocaron en agresivo plomo la nobleza de sus humanas calaveras. En todas las latitudes y todos los tiempos, quienes adoran al becerro de oro, en su desaforado afán de acumular poder y riquezas, se corrompen. Y pensé -glosando al poeta- que …no se arrepienten pues tienen, de oro las calaveras…
Las palabras que vienen de Bruselas empiezan a caer en el vacío. Hay síntomas de que el conformismo frente al ejercicio de un poder ilimitado y sin control, empieza a diluirse. La esperanza y la rebeldía van juntas. Se atisban acciones para dar contenido a la retórica tolerante de Carondelet. Pero subsisten preocupantes incoherencias…