Milton Luna Tamayo

Cínicos y despreocupados

Los grandes actores políticos y sus plumíferos despliegan sus ambiciones y pasiones con total cinismo y despreocupación. En la coyuntura protagonizan una aparente guerra de exterminio mutuo. Se acusan en público de lo mismo: de pillos, de mafiosos, de narcotraficantes. Por atrás se chantajean, extorsionan, pero también pactan. Entonces, la lucha a muerte se transforma en tongo.

Todo esto lo hacen sin despeinarse, como si no fuera con ellos. Asamblea y ejecutivo tienen menos del 10% de credibilidad.  Se naturaliza la descomposición arrastrando al conjunto de la sociedad que asqueada se aleja momentáneamente de la política. Se despolitiza la sociedad y el populismo de derechas e izquierdas se frota las manos. Se construye un escenario para un Bukele andino, y el poder, el verdadero, con sus inmensos intereses se mantiene incólume.

A más del hastío de los políticos, la mayoría de la gente está desesperada sin trabajo y aterrada por el avance de la delincuencia. Sin oportunidades y huyendo de la violencia, familias enteras y muchos jóvenes han optado por escapar del país. Otros, son reclutados por las mafias.

Tal fatalidad impulsará la repolitización de la sociedad, sobre todo de segmento poblacional diverso y numeroso que forma parte de ese 60% de los votantes que no comulgan con los actuales dirigentes de todos los partidos y que no tienen líder a quien apelar ni organización social o política a quien concurrir. Este conglomerado, probablemente, se constituirá en una fuerza que, en su momento, castigará a los cínicos y despreocupados.

Este segmento va del centro a la izquierda. Es gente democrática, abierta. Sensible a los temas medioambientales y a la justicia social. No cree en el actual mandatario, repudia su modelo y sus probables relaciones con el bajo mundo, sin embargo, detesta ser utilizado. Desea que se le hable claro y demanda saber qué pasará mañana si es destituido el presidente. ¿Quién asumirá el puesto? Y sobre todo ¿hacia dónde irá el país?