Algunos términos no pueden ser usados como serios si se refieren a hechos o acontecimientos que no lo son. Un dulce un poco venido a menos en época de globalización, es el chumbeque , un postre que contiene harina, manteca vegetal, yemas de huevo, ajonjolí, canela, etc.
Un hecho similar, aunque, protagonizado por personajes de prestigio por su vida de servicio público, es el que sucede con motivo con la inesperada polémica, a pocos meses de las elecciones regionales, para convocar una consulta que contenga, de manera maquillada, los propósitos de una asamblea constituyente. La mezcla con la que se pretende empalagar el gusto consiste en haber convocado primero a una consulta popular para suprimir el Consejo de Participación Ciudadana que fue el instrumento para legalizar todo tipo de fechorías en la década pasada. El pueblo aceptó el reto y voto abrumadoramente por la pregunta tres y el trabalenguas jurídico de su anexo. En tal virtud, se instaló un Consejo de Participación Ciudadana transitorio para luego elegir a l definitivo, mientras se producía una extraordinaria profilaxis institucional en la república.
En el marco de este cuerpo transitorio se organizaron los comicios de marzo del 2019 que elegirá por primera vez a los miembros de un Consejo de Participación Ciudadana titular. Sin embargo, el transitorio presentará al presidente de la República un proyecto para convocar a otra consulta popular para eliminar del cuerpo constitucional a la extraña figura que tanto daño ha causado. Una pregunta surge de cajón: se convoca al pueblo para elegir a los miembros titulares de un organismo y al mismo tiempo se consulta sobre su eliminación. Es verdad que en nuestra bitácora de dislates consta la decisión legislativa de cancelar a un presidente por demente, suprimir la sucesión de la vicepresidencia y elegir a al presidente el congreso sin sustento alguno. Pero se hizo, como también en Brasil -ahora de moda- cuando se eligió alcalde de Sao Paulo al hipopótamo Cacareco del zoológico de la ciudad.
Por experiencia y la de países vecinos se conoce que los caudillos con su magia y persuasión son capaces de cualquier quiromancia en una tarima, pero otra cosa es que ciudadanos de respetabilidad republicana se resbalen en una chapucería jurídica. Ojalá que no se les ocurra convocar a otra para cambiarla la letra del himno nacional o alterar los colores del pabellón patrio.
Apelando a la suspicacia, no sería extraño deducir que el presidente este de acuerdo con esta acción paranoica. Si ese fuera el caso, sería preferible que en lugar de escuchar el trino de sirenas roncas actúe de frente y utilice el mecanismo de la muerte cruzada y empecemos otra vez desde cero. Si no se ha logrado la seriedad cívica para alcanzar una institucionalidad, repitamos como en los inicios de la república el epitafio: “Último día del despotismo y primero de lo mismo”.
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