Da la impresión de que para Chile el mes de septiembre es enigmático, glorioso y borroso. Asà fue el 18 de ese mes en 1810, fecha fundamental como estado independiente. También lo fue el 11 de septiembre de 1973, dÃa del colapso democrático y sangriento golpe que dio lugar a un feroz régimen militar y, ahora, en el 2022, cuando el pueblo rechaza abrumadoramente un proyecto constitucional multicolor que vuelve a inscribirse en el calendario del paÃs de la estrella solitaria.
El problema es grave pues se implican tres situaciones: 1.- Se frustró el esfuerzo nacional por un cambio constitucional que nació de las severas protestas en 2019. 2.- Continúa vigente la constitución de 1980 del régimen de Augusto Pinochet y; 3.- Se debe optar por un nuevo proceso constituyente o adaptarse en silencio al régimen jurÃdico de 1980.
Para tal efecto es importante destacar algunas novedades que arrojaron las urnas. En primer lugar, hay que evaluar la vigencia del voto obligatorio que no era usual en Chile.
Se debe indagar la diferencia entre el voto obligatorio y renegado frente a la opción libre del ciudadano. Luego, investigar sobre los beneficios en favor del sector aborigen que implicaban una regionalización frente al tradicional centralismo del Gran Santiago y sus comunas; finalmente, estudiar cómo incidió que el gobierno del presidente Boric no guardara precauciones y distancias.
Como una interpretación final, el resultado electoral no implica un regreso al pasado. Ni a los tiempos de la dictadura militar, ni a la hegemonÃa de los cuatro gobiernos siguientes de centro izquierda. Fuera de las fronteras es difÃcil hacer proyecciones por las caracterÃsticas únicas del paÃs austral ; por ejemplo, en el Ecuador la situación es al revés. En la mitad del mundo se pugna por sustituir al sufragio obligatorio por uno libre para superar la preponderancia populista.