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El Cenepa, 20 años después

No aspiraba a que durante la ceremonia de conmemoración por los 20 años de la guerra del Cenepa la banda tocara la ‘Marcha militar’ de Schubert o ‘Marcha Radetzky’ de Strauss, pero tampoco imaginé que se iba a interpretar una canción de la ‘Pantera Rosa’ o la popular ‘Caraguay’. Lo positivo en todo caso es que no se incursionó en el reggaetón y eso se agradece profundamente. Pero respeto y admiro el entusiasmo de los músicos, no me agradó el repertorio.

No estamos aquí para hablar de música. Lo realmente trascendente es que se rindió un homenaje a nuestras Fuerzas Armadas por el papel cumplido en la defensa de la soberanía nacional. La guerra del Cenepa fue un episodio traumático y las secuelas muy crueles. Las Fuerzas Armadas, como nunca antes, asumieron el conflicto bélico con absoluto profesionalismo y seriedad.

En paralelo a la guerra había otro escenario, igual de complejo y delicado, el de la diplomacia, el de la negociación. De este asunto se habló poco cuando se cumplió una década y casi nada en los días previos y posteriores a la conmemoración de los 20 años del conflicto.

Para nadie es desconocido que en materia de límites hay dos probabilidades de sentarse a negociar, uno es en tiempos de paz, otro en pleno conflicto bélico. Este último era más difícil porque mientras no se firmaran los acuerdos, el teatro de operaciones de la guerra ­seguía activo.

Nuestra diplomacia conoce bien el nefasto Protocolo de Río de Janeiro del 29 de enero de 1942, al año siguiente de la guerra y en circunstancias en las cuales las tropas peruanas aún ocupaban extensos territorios que históricamente han pertenecido al Ecuador. Ese Protocolo, irónicamente denominado de “amistad y límites”, sirvió para muy poco, incluso dejó pendiente la demarcación de entre 70 y 80 kilómetros de frontera común.

En enero y febrero de 1995, mientras las tropas nacionales defendían el territorio, al otro lado de la frontera un entontecido con el poder buscaba reelegirse y llenaba de mentiras a su pueblo y a la comunidad internacional. Alberto Fujimori decía que se había bañado en la Cueva de los Tayos, que conquistó Tiwintza, etc. Mentira tras mentira, mientras los negociadores afinaban la Declaración de Paz de Itamaraty, que se firmó el 17 de febrero de ese año.

Allí estuvo el embajador Marcelo Fernández de Córdova, quien asumió un papel de “responsabilidad histórica” con el Ecuador, tal como lo define el escritor y lingüista Hernán Rodríguez Castelo en un artículo escrito en la revista de las Fuerzas Armadas que se reproduce en la cuarta edición del libro ‘Itamaraty: 627 días por la paz’. El diplomático narra todos los detalles de una negociación considerada exitosa para el Ecuador en los dos frentes: el diplomático y el militar. Después, en 1998, llegó Jamil Mahuad al poder, Fujimori fue reelecto, pero eso es otra historia.

@flarenasec