Aproximadamente 35 cárceles ubicadas en toda la geografía del país alojan alrededor de 38 000 internos. El problema delincuencial aumenta constantemente. Elemento de alta importancia para tratar de conseguir la readaptación del condenado y/o privado de libertad provisionalmente, es el trabajo.
Puntal y fundamento de la regeneración del condenado es el trabajo. Si no ha aprendido algún modo de ganar honradamente la subsistencia, la cárcel debe ser el lugar donde aprenda un oficio; o si ya lo conoce y practica, para que produzca algo que pague los gastos de su mantenimiento, las indemnizaciones civiles, ayudar a su familia y hasta formar un ahorro obligatorio que le servirá de capital básico para cuando obtenga la libertad.
Además del trabajo, debe recibir educación, algún estímulo religioso, aprender disciplina y, por acertada recomendación de los doctores Efraín Torres Chávez y Homero Villagómez Aguilar, la Educación Física debe ser diaria y obligatoria.
Todo esto y mucho más, sirven para la teoría.
En la parte material, nuestro país ha progresado notoriamente en la edificación de centros carcelarios. El problema principal es la falta de talleres y medios de ocupación productiva. El trabajo es condición esencial para la rehabilitación.
Nos referimos al año 1949, cuando el Presidente de la Corte Suprema de Justicia Dr. Camilo Gallegos Toledo, informó al Congreso Nacional la situación de los centros penitenciarios. Dijo: la negligencia … “les ha convertido en lugares inmundos y desprovistos de las elementales condiciones de higiene; sórdidos y repugnantes sitios donde se hermanan las miserias físicas y las miserias morales representadas fielmente las últimas por el hacinamiento heterogéneo de seres humanos”… Y el Ministro Fiscal Dr. Alfonso Moncayo Páez, acogiendo el informe de su homólogo de la Corte Superior de Quito, confirmó las observaciones del hacinamiento y el estado de higiene. Manifiesta: “Ya he dicho en otra parte que las columnas fundamentales de la regeneración de los delincuentes son la moral y el trabajo”.
Tratando de salir de estas estrecheces, funcionaron Colonias Penales: el Jefe Supremo Ing. Federico Páez estableció una en la parroquia Mera, orilla del Río Pastaza. La hoy parroquia Cumandá era el destino a donde iban los presos peligrosos. El Presidente Dr. José María Velasco Ibarra, el 1 de agosto de 1944 creó la Colonia Penal Agrícola en Galápagos, para trabajar y tratar de redimir a los delincuentes reincidentes en los delitos de hurto y robo; así como a vagos y mendigos.
Una y otra Colonia, fracasaron.
Dada la cantidad de presos en la actualidad, que han agudizado el problema del hacinamiento, ¿acaso es tiempo de reabrir el penal García Moreno? Habría espacio suficiente y seguro para que no fuguen los más peligrosos como los sicarios y los narcotraficantes.