Los indicadores económicos duros como el Producto Interno Bruto, la esperanza de vida, las tasas de escolaridad o de alfabetismo son importantes pero no suficientes para evaluar el bienestar de la población. Incluso el mismo concepto de bienestar tiene limitaciones cuando se quiere identificar la razón de ser de cualquier gobernante.
Uno de los indicadores más aceptados para evaluar el desarrollo de un país es el Índice de Desarrollo Humano (IDH), que se enfoca en medir el progreso conseguido por un país en tres dimensiones básicas del desarrollo humano: disfrutar de una vida larga y saludable, acceso a educación y nivel de vida digno.
Entre 189 países, Ecuador se ubicó el año pasado en el puesto 86, lo cual le deja un largo camino por recorrer. Venezuela, un país sumido en una profunda crisis económica, está mejor ubicado en el puesto 78, lo cual llama la atención.
Pero este indicador también tiene sus vacíos. Al basarse en datos objetivos deja de lado toda una gama de subjetividades que forman parte de la vida diaria de las personas.
Para cubrir ese vacío nació una iniciativa con el apoyo de Naciones Unidas y que debiera ser el objetivo central de los gobernantes: la felicidad de la población.
Bután se adelantó en esta iniciativa y fue el primer país que armó su modelo económico alrededor de la felicidad. Desde el 2007 utiliza la Felicidad Interior Bruta (FIB) como indicador de bienestar, pues considera que el progreso económico no debe el objetivo único de la sociedad sino la felicidad común. La FIB se mide en función del desarrollo socioeconómico sostenible e igualitario, la preservación y promoción de los valores culturales, el establecimiento de un buen gobierno y por último, la conservación del medioambiente.
Para Naciones Unidas, la felicidad es un objetivo humano fundamental y por eso apoya los esfuerzos para medirla. El Reporte Mundial de la Felicidad, que se presenta cada 20 de marzo desde el 2012, mide la felicidad con indicadores objetivos como el PIB per cápita y la salud de las personas, pues a nadie le cae mal tener más dinero para comprar y así disfrutar de una larga vida. Pero hay una serie de indicadores subjetivos que son fundamentales, como el apoyo social, la libertad para elegir, la generosidad, la percepción de corrupción, la frecuencia de la risa o el disfrute de las olas.
Para eso se pregunta a la gente cosas como estas: ¿en caso de problemas tiene familiares o amigos con los que pueda contar?, ¿está satisfecho con su libertad de elegir lo que hace con su vida?, ¿ha donado dinero a una organización benéfica en el último mes?, ¿está la corrupción generalizada en todo el gobierno o en las empresas?
En el ranking más reciente de la felicidad Ecuador ocupa el puesto 50 entre 156 países, mientras que Venezuela cae al puesto 102, lo que parece tener más sentido con la realidad, pero también muestra que falta mucho por hacer desde la política pública.