Bergoglio y el papa Francisco

El papa Francisco llega en un momento complejo de tensiones sociales y protestas en las calles con un destape del descontento contenido.

La Conferencia Episcopal, con buen criterio, ha pedido cesar los ataques verbales pero varios de los actores políticos, especialmente el Gobierno, conservan el tono altisonante, desafiante y demoledor para toda aquella persona o colectivo social y político que no se ponga en la misma canasta. No admiten disidencias ni críticas.

Así, durante estos años las libertades han sido castigadas, los periodistas son el blanco de los denuestos y esas consecuencias se procesan aún en las limitaciones para cubrir la visita del Romano Pontífice, más allá de los actos litúrgicos y las cadenas oficiales, cuya señal controlará el Gobierno.

El uso de la imagen del Papa en la propaganda gubernamental y su fusión con el logotipo de promoción turística gubernamental son un despropósito sin nombre.

Llega a Ecuador, 30 años después de Juan Pablo II, el papa Francisco.

El cardenal Jorge Mario Bergoglio era un jesuita. Antes fue profesor de literatura y su sencillez se expresaba en sus viajes en el subterráneo de Buenos Aires y sus encuentros con los más pobres de los pobres, fiel a esa opción preferencial tantas veces proclamada aún en la encíclica Rerum Novarum y las condenas al capitalismo salvaje de el papa Karol Wojtila. En Aparecida, el papa Francisco habló del ‘amor preferencial no excluyente ni exclusivo por los pobres’.

Hace dos años varias voces críticas con la Iglesia argentina mostraron una cara poco amable a la nominación de Bergoglio. Se trataba de una resaca de la época de la dictadura militar con más de 30 000 desaparecidos (¿muertos?) y cierta complicidad de varios altos jerarcas con los dictadores y genocidas. En un libro llamado ‘Para conocer al Papa Bergoglio’, de la Editorial San Pablo, el periodista Francesco Strazzari hace varias reflexiones. Explica quiénes eran los prelados afectos a la dictadura, quienes mantuvieron distancia, quienes se adscribían a otras corrientes.

El periodista kirchnerista Horacio Vertbisky quiso salpicar a Bergoglio con un supuesto silencio sobre la detención de los curas Yolio y Jalics. Un tema ya aclarado.

El escrito explica muy bien los contenidos de los encuentros episcopales, como los Medellín o Puebla y las tesis progresistas que movieron a los obispos latinoamericanos. Las ideas de la Teología de la Liberación, los escritos y pensamientos de Gustavo Gutiérrez o Leonardo Boff, movieron conciencias y suscitaron no menos tensiones y polémicas. Strazzari hace énfasis en la vocación de servicio de Bergoglio, su imagen ‘casi ascética,’ ‘siempre crítico a la Teología de la Liberación que le guiñaba el ojo a la lectura marxista de la sociedad’.

Bergoglio piensa ‘que es necesario entender que el ejercicio de la política debe ser un servicio noble, austero y generoso a la comunidad y no un lugar de enriquecimiento personal y de grupo’.

Son días para hablar de libertad y respeto.

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