Otro año terrible termina, quizás menos malo que el anterior, pero tampoco mucho mejor. El éxito del plan de vacunación nos dio esperanza, pero nuevos nubarrones han surgido con el aparecimiento de Ómicron. Mientras, los temas acuciantes del país no han sido tratados con la responsabilidad y seriedad que ameritan por nuestra tan venida a menos clase política, representada, sobre todo, en una Asamblea desconectada de la realidad.
Lo bueno es que frente a panoramas poco halagüeños como este siempre los libros son un maravilloso refugio, así que por ahora dejaré el análisis político de lado para hacer un balance literario con lo mejor que pude leer en estos últimos 12 meses.
Lo más destacado fue sin duda “Los crímenes de Bartow”, la novela sin ficción de Oscar Vela que narra, a través de una prosa ágil y apasionante, el asesinato de 4 personas y la serie de mentiras, ocultamientos y manipulaciones que llevaron al ecuatoriano Nelson Serrano a ser considerado como culpable de éstos y condenado a muerte.
Le sigue “Exhalación”, el precioso libro de cuentos de Ted Chiang, en el que ahonda sobre los enigmas y contradicciones de la naturaleza humana con relación a varios temas filosóficos complejos con una exquisitez y una claridad que abruman.
Continúo con “La forma de las ruinas” de Juan Gabriel Vázquez, una magnífica novela que engancha desde la primera línea y que, además, contiene otros relatos, como si de una muñeca rusa se tratara, que le dan forma a las ruinas de los personajes que la protagonizan.
Quiero mencionar también dos libros maravillosos, “Nuestra parte de noche” de Mariana Enríquez, una novela gótica apasionante; y, “Temporada de huracanes” de Fernanda Melchor, una magistral obra coral sobre el mal, puro, duro y sin justificaciones. Debo agregar “Los dominios del lobo”, el debut literario de Javier Marías; y, “El Italiano”, la última novela de Arturo Pérez-Reverte.
En literatura ecuatoriana quiero destacar “Los Desvelos” de José Hidalgo, un diario íntimo, honesto, crudo, pero también divertido, de una semana de encierro en medio de la pandemia; y, la trepidante novela corta “La Carnada” de Ernesto Carrión.
En obras de no ficción lo mejor fue “El ocaso de la democracia” de Anne Applebaum, una denuncia contra la élite intiliberal y antidemocrática que cada vez hace más adeptos en el mundo; “Ruido”, de Kahneman, Sibony y Sunstein, un análisis profundo sobre qué es el ruido como error en el juicio humano y cómo evitarlo; y, “El síndrome Woody Allen”, un alegato a favor de unas libertades bajo ataque en un mundo que se parece cada vez más al de los juicios de Salem o al de Torquemada.
Algunas lecturas se quedan sin nombrar, pero seguro estas le ayudarán a poner un poco de alegría al poco alentador año que se viene. ¡Feliz 2022!