El ecuatoriano Andrés Gómez saluda con el estadounidense Andre Agassi tras la final del Roland Garros el 10 de junio de 1990 en París. Ese día, el ‘Zurdo de Oro’ logró uno de los grandes hitos del deporte ecuatoriano. Foto: Archivo / AFP
Brazos arriba y mirada al cielo. “Comencé a reír y saltar, buscaba en el graderío a mi hijo y a mi esposa”, relató Andrés Gómez, uno de los cuatro mejores deportistas ecuatorianos de todos los tiempos. Ese 10 de junio de 1990 venció por 6-3, 2-6, 6-4 y 6-4 al estadounidense Andre Agassi, para ganar Roland Garros en París.
Miró al cielo porque era el homenaje a su padre, Pedro Pablo, fallecido 12 años antes, cuando su carrera profesional comenzaba y jamás dejó de alentarlo. “Después de una victoria así, uno mira al cielo, donde está la gente que tenía que agradecer”, añade el ‘Zurdo de Oro’, que ayer hizo un alto en la planificación del retorno a las actividades de los chicos de su escuela de tenis.
Luego fue en busca de su esposa Ana María y de su hijo Juan Andrés. Sentía felicidad y alivio. “Antes de esa final había tenido oportunidad de ganar un Grand Slam, pero no se dio. Ese momento, en que al fin lo conseguí, solo sentí tranquilidad”.
Los minutos mágicos continuaron en la premiación. Recibió la Copa de los Mosqueteros, el codiciado trofeo del tenis mundial. “Es para mi país”, dijo entonces.
Para este trigésimo aniversario, Andrés Gómez utilizó las redes sociales para compartir sus recuerdos de cómo vivió el Roland Garros. Para quienes lo siguen, y “para quienes no me vieron jugar. Sé que hay muchos libros, revistas y videos de mi carrera, pero me gusta ir contando cada partido desde mi perspectiva”.
Llegó a París dos semanas antes. Venía de ganar los torneos de Madrid y Barcelona. Su entrenador era el chileno Patricio Rodríguez, “quien me ayudó muchísimo. Me había casado y tenía un hijo. Yo viajaba a todos los eventos con ellos” porque quería ser esposo, padre y tenista.
De la final en París recuerda casi todo. La ansiedad que le invadió en la madrugada cuando despertó a las 03:30, pensando que ese domingo ya tenía aurora. Fue de nuevo a tratar de dormir.
Media hora antes del inicio del partido lo tenía todo listo. Había calentado, tenía sus ocho raquetas recién encordadas y a su lado el ‘Pato’ Rodríguez, recordándole que debía tomar el control del partido desde el inicio.
El primer set fue para Gómez, el segundo para Agassi. En el tercero y el cuarto retomó el control. “La combinación que me ayudó en otros partidos me dio el Roland Garros: saque y revés a la línea”.
Andrés Gómez jugó el Roland Garros desde 1980. Una década después se coronaba campeón. “Uno siempre tenía atracción por ganar uno de los cuatro Grand Slam, pero sin duda que en París me sentía más cómodo”. Fue un especialista en arcilla.
Hoy esperará, como todos los años, conversar con el ‘Pato’ Rodríguez. Luego, “se comunicarán los amigos, la familia. Otros tenistas. Antes nos reuníamos cada cinco años para celebrar. Hace 10 años jugué dos partidos, uno en Guayaquil contra John McEnreo, y en Quito, con Jim Courier”.
Gómez entró a la historia de los mejores deportistas de todos los tiempos por el título en París. A esa corona se unieron las medallas olímpicas del marchista Jefferson Pérez en los Juegos de Atlanta 1996 y Pekín 2008.
Otro inmortal es Alberto Spencer y sus triunfos con Peñarol; y desde el año pasado forma parte de ese selecto grupo el ciclista carchense Richard Carapaz, por su título en el Giro de Italia.