Mundial: Día 1. Entre las balas de goma y Nishimura

El Mundial empezó con menos samba y más gases lacrimógenos. Con más balas de goma y menos buen gusto. Con más represión y menos discursos. 

Es más, el pánico de Dilma y Joseph, los hipócritas que se saludan como si no se detestaran (cada uno tiene sus buenas razones para ello) les llevó a ponerse de acuerdo en una cosa: cerrar la boca para evitar la humillación de ser silbados en el acto inaugural.

Para colmo, el evento fue patéticamente raro, un pastiche de cosas, un conjunto de incoherencias en que el punto culminante fue la canción oficial, un ridículo play-back de Pitbull, Jennifer López y Claudia Leitte que no representa a Brasil.

Es más, no se sabe qué mismo representa. Unos barrios más lejos del Arena do Corinthians, la Policía repartía represión a los manifestantes que se oponen al Mundial y que, nublados por la pasión, creen que la FIFA es una trasnacional petrolera. Duro con ellos, dijo Dilma. Y duro fue.

En todo caso, el partido de apertura fue espectacular. Repito: es-pec-ta-cu-lar. Debe ser el mejor cotejo inaugural de la historia, con permiso del Alemania-Costa Rica del 2006. Brasil y Croacia regalaron todo lo que se espera de un encuentro de alto nivel, con buenas jugadas, golazos, tensión, polémica y la aparición de Neymar como el salvador del primer paso en la búsqueda del sexto trofeo.

Lo malo es que el error arbitral del juez Nishimura trasladó el foco de atención hacia el penal y dio una excusa cobarde a Croacia, que se defendió bien pero que está tres peldaños abajo del gigante sudamericano.

Ojo, Brasil atacó más, tuvo más tiempo la pelota, fue mejor e iba a ganar. Hizo todos los goles, hasta el de Croacia. Pero bueno, eso es parte del espectáculo, el llanto del perdedor con su chivo expiatorio.

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