Los residentes del sector de Sangolquí refieren que la llegada del plantel de Independiente del Valle impulsó el cambio en el sector. Foto: Darío López/ EL COMERCIO
En Santa Rosa de Chillo Jijón, Sangolquí, existe un antes y un después de la llegada del complejo de Independiente de Valle. Hace casi cinco años, el club se mudó a este sector.
Montañas, vacas pastando y uno que otro carro por la vía rodean el Centro de Alto Rendimiento de los ‘rayados’ del valle. Frente a la puerta principal, se ve un gran terreno cercado por una reja de alambre. A su alrededor, la rutina de decenas de personas han cambiado en los últimos meses.
“Nosotros logramos poner en el mapa a todo Sangolquí. Anteriormente la gente no sabía ni cómo se escribía el nombre de este lugar, ahora ya tiene turistas” asegura Pablo Trujillo, jefe de prensa de Independiente.
Cerca del complejo, Concepción Suntaxi cocina en su restaurante. Ella afirma que, con la llegada del equipo, el comercio creció. “Nos adoquinaron la calle, se hicieron obras y pusieron más seguridad. Ellos (cuerpo técnico y jugadores) son nuestros clientes y nos hacen el gasto”.
En su local, Concepción vende ‘tripa mishqui’ por las tardes. “Antes esto era botado y peligroso, ahora tenemos mayor tráfico de personas”. La propietaria comenta que los familiares de los jugadores que van de visita también “compran uno o dos platos y eso nos ayuda a tener algo de dinero para vivir”.
Pero la llegada del equipo es más que un impulso económico. El Independiente del Valle ahora es parte de la identidad del pueblo. María Fernanda Palis, odontóloga del centro salud Fajarno, ubicado cerca al lugar de entrenamiento de los del Valle, manifiesta que: “siempre al llegar al consultorio, mis pacientes, me comentan acerca de los partidos, resultados o jugadores. Me dicen que a la vuelta es donde entrena el equipo”.
La concurrencia de habitantes al dispensario médico no es alta, asegura el doctor Iván Aguilar, jefe del centro del salud. Sin embargo, los pacientes tienen algo en común: “todas las personas que pasan por esta sala de espera son hinchas del cuadro sangolquileño. Son felices cuando gana y se nota preocupación cuando pierde o empata. La comunidad sí se siente identificada con el equipo”.
A pocas cuadras del complejo, Jacqueline Suntaxi atiende en un pequeño local del barrio. Ella, aparte de vender colas, aguas y dulces, ayuda a los jóvenes jugadores de Independiente con los arreglos de sus prendas de vestir. “Ellos vienen y me dicen ‘quiero que me haga al pantalón más ajustado’ o quieren que les arregle alguna camisa o cositas así”, manifiesta.
¿Por qué acuden a ella? Por voces de los propios vecinos. “Seguramente algún cliente les comentó a los muchachos y desde ahí ya no dejaron de venir a que les ayude con la ropa”, comenta.