Lo que ha generado el discurso del ‘Tin’, la huelga de jugadores y otros sucesos que mezclan la política con el fútbol me genera una pregunta: ¿por qué los cracks de la Tricolor, tan queridos en su momento, no son entrenadores? Porque es lo normal, ¿no?, que al final de su trayectoria por las canchas se pasen a los banquillos, las pizarras y la estrategia. Al menos es lo que sucede en todo el mundo con los mejores, menos en Ecuador.
Del equipo que llegó al Mundial del 2002, solo Álex Aguinaga y Juan Carlos Burbano son entrenadores y han querido saborear este oficio de amargura, desvelos y a veces, solo a veces, de intensa gloria. Otros son empresarios. La política ha sido más tentadora para la mayoría de exseleccionados por dos razones básicas. Primero, porque es fácil, sobre todo cuando a uno lo llaman de los que van ganando. Basta con sonreír para las fotos, asistir a los actos del Partido, leer los discursos que redacten los asesores (bueno, eso de leer también puede ser todo un reto para algunos) y listo. Los asesores se encargan del resto. Para eso están, pues.
Luego, lo más sugestivo, porque es una manera instantánea de sentir el cariño de la gente, los aplausos y los vítores de las épocas de botines, espinilleras y entrevistas. La política permite recrear esa ficción de sentirse importante y respetado como antes. Sin embargo, alguien debería decirles que el precio a pagar por esa ficción puede ser muy alto, pues el político profesional medra de la imagen del deportista, quien se olvida que el tiempo pasa y las hazañas de antes son relativizadas ahora. Miren al ‘Tin’, que se esmera en tapar su traspié lingüístico de hoy (su imagen al servicio del Partido, más bien) con sus goles de hace 14 años. Ya le pasó al ‘Bam Bam’, goleado en Esmeraldas por el MPD. ¡Ah, y pensar que lo que necesita el Ecuador son más entrenadores y menos políticos!