El “rostro” deportivo del Mundial de Brasil 2014 está cada vez más definido con las eliminatorias ya casi cerradas, aun cuando grandes equipos estén en la cuerda floja.
En el país sede, en cambio, los desafíos crecen a medida que avanza la cuenta regresiva de una cita para la que faltan apenas 239 días. Brasil superó la “prueba de fuego” de cara al evento: la Copa Confederaciones. El día de su estreno, el 15 de junio, la presidenta brasileña Dilma Rousseff y el presidente de la FIFA, Joseph Blatter, fueron sonoramente abucheados por un estadio Mané Garrincha, en Brasilia, repleto.
Era solo el aperitivo de una sucesión de protestas masivas contra el “despilfarro” de dinero público en los torneos deportivos, durante las cuales millones de personas tomaron las calles a lo largo y ancho del país, encarando directamente a la FIFA y sus “cómplices”. Sin embargo, tanto el gobierno brasileño como la FIFA, perplejos en un primer momento, salieron airosos de la encrucijada: Brasil conquistó el título intercontinental en la primera prueba de la “canarinha” bajo el comando de Luiz Felipe Scolari, devolviéndole a la “torcida” la esperanza de conquistar el soñado sexto título mundial en un Maracaná remozado.
Por su parte, la FIFA respiró al constatar que disturbios y violenta represión policial aparte, el gigante sudamericano organizó “con gran éxito” la Confederaciones, según palabras del propio Blatter, quien, no obstante, admitió: “Cuando empezamos esta competencia había alguna incertidumbre sobre qué pasaría”. Más tarde fueron la reforma y construcción de los estadios que recibirán partidos durante el evento.
Las obras se atrasaron, sufrieron idas y venidas, críticas, denuncias, polémicas, y llevaron al secretario general de la FIFA, Jérome Valcke, a provocar, con un exabrupto, la peor crisis de entendimiento entre Brasil y la FIFA. “A los brasileños hay que darles una patada… para que se pongan a trabajar”, disparó el número dos del organismo rector del fútbol mundial, declarado minutos después de la expresión como “persona non grata” por el ministro de Deportes, Aldo Rebelo.
Pero esa dificultad también fue superada. Al día de hoy, más del 80 por ciento de los estadios han concluido las obras previstas, y podrán entregarlos a la FIFA en diciembre próximo, cuando vence el plazo final dado por la entidad tras varias prórrogas. Como prueba fehaciente de que ni las protestas callejeras ni los atrasos en la obras empañaron la expectativa planetaria ante el Mundial, la primera etapa de venta de entradas fue un éxito rotundo: más de seis millones de boletos requeridos.
Sin embargo, las nuevas dificultades aparecen. La última gran “amenaza” es la realizada por el mayor grupo del crimen organizado del país, el Primer Comando de la Capital (PCC), que promete un “Mundial del Terror”, según se supo hoy, miércoles 16 de octubre. El grupo, que tiene más de 11 000 miembros en Brasil, Paraguay y Bolivia y que maneja cerca de USD 55 millones al año, puso en alerta al Comando del Ejército en los estados que recibirán la apertura y el cierre de la cita: Sao Paulo y Río de Janeiro, respectivamente, al amenazar con cometer atentados durante la cita en caso de que sus líderes sean confinados a regímenes especiales de reclusión, y queden prácticamente aislados.
También hay incertidumbre por las obras de movilidad urbana, indispensables para que los millones de aficionados de todo el mundo que “invadirán” Brasil de un día para otro puedan trasladarse sin contratiempos. Los aeropuertos, claves para el éxito del evento, están entre los puntos críticos. Según un informe del Sindicato Nacional de las Empresas de Arquitectura e Ingeniería Consultiva (Sinaenco) de agosto de este año, 11 de las 13 terminales aéreas tienen problemas para cumplir el plazo de ejecución de obras.
Doce de ellas presentan un índice de ejecución inferior al 50 por ciento. Las protestas masivas también han “cambiado de color” desde la ola masiva de junio y pueden convertirse en un nuevo desafío. Esto porque en las últimas semanas las marchas pacíficas se han visto infiltradas por el grupo anarquista “Black Bloc”, que enfrenta violentamente a la policía con bombas molotov y comete actos de vandalismo contra “símbolos de poder”, como bancos, consulados, tiendas de vehículos y edificios públicos.
La marcha hacia 2014 se ha vuelto así en una verdadera carrera de obstáculos en la que Brasil, principal competidor, muestra una capacidad de reacción que sorprende al mundo y a una FIFA que parece haber pasado del escepticismo a la esperanza.