Al natural, el toreo personal y hondo del español alcanzó cotas de alto sentimiento, conquistó a la sensible afición. Foto: Tadeo Alcina. EFE
Antonio Ferrera alcanzó un momento supremo de su tauromaquia, sus dotes expresivas conquistaron la Plaza México, el domingo 26 de enero del 2020.
El torero español cortó dos orejas – es lo de menos – de una tarde inolvidable donde la personalidad y hondura dejaron una marca de torería.
Con poco público -algo cada vez más habitual en la plaza más grande del mundo- se lidió un encierro de Villa Carmela, encaste Llaguno, de excelente lámina y limitado juego. Destacó el corrido en sexto lugar al que Luis David Adame le cortó una oreja. Toros nobles con poco fondo y sin fuerza en general.
Antonio Ferrera cortó dos orejas a su segundo, ya que el primero no daba prestaciones.
Arturo Macías, ‘El Cejas’ no tuvo tampoco material para el triunfo pero su arrimón fue muy reconocido.
Luis David Adame con el tercero su faena fue poco trascendente y falló a espadas pero al sexto le cortó una oreja de ley.
La puesta en escena de Antonio Ferrera, torero nacido en Ibiza y residente en Extremadura, cada vez acentúa los matices de su concepción expresiva, donde la inspiración o el rescate de viejas suertes hilvanan un reconocimiento a las tauromaquias clásicas y a íconos personales y únicos.
En esta tarde el trazo de Rodolfo Rodríguez, ‘El Pana’ y sus legados en los últimos años de pletórica existencia aparecieron en las muñecas de Ferrera. Sus modos particulares de recibir a los toros, trenzados de clásicas verónicas y remates de sabrosa catadura marcaron el toreo de capa.
En su primer toro, Ferrera, luego de brindar a Arturo Macías, que esta tarde reaparecía tras su grave percance de octubre en la Plaza de Las Ventas de Madrid su tesonera labor no alcanzó el compromiso de un toro remiso a colaborar, pero hubo pasajes de corte torero.
En el cuarto la paciencia y la sabiduría de Antonio fueron componiendo una labor tan labrada cuanto inspirada que solamente se puede describir con el léxico de las viejas crónicas de los revisteros mexicanos que hicieron historia en las letras periodísticas: toreó con sentimiento. Las series llevaban un todo como argumento concepción clásica, barroquismo de formas pero la fuerza romántica de tormenta interna – como aquella que rebozaba en partituras de Beethoven, ahora que estamos celebrando sus 250 años de natalicio- .
Naturales, derechazos, forzados de pitón a rabo, y remates belmontinos, con las formas retorcidas de ‘El Pana’ aparecieron en una labor impredecible, donde en cada pasaje el público se preguntaba qué sobrevendría. Cuando la faena llegó a su cota culminante, Ferrera se dispuso a matar a larga distancia y a pasos cortos -ocho, acaso diez- recetó un volapié de libro. Aunque mejor sería decir que aquello no está en los escritos. Dos orejas, lágrimas y vuelta explosiva.
Nadie puede quitar un milímetro de valor y entrega a Arturo Macías, que hizo el paseíllo con una prótesis que engrosa la pierna derecha en modo notorio ,acompañando su esbelta figura. El adminículo que le permite caminar y articular los movimientos no pareció causarle impedimento; su lote no le dejó opciones. Pero Macías, lleno de amor propio, se pegó un arrimón y dijo en voz alta que quiere seguir siendo torero importante.
Si al primer trasteo de Luis David Adame el toro y la espada le dejaron en capítulo diminuto, la segunda faena al mejor toro del encierro lo reivindicaron plenamente. A destacar, sus soberbias gaoneras con las zapatillas atornilladas a la arena, con desparpajo y seguridad. Y una faena de muleta llena de templados pases de alto tono sobre ambas manos, para rematar con una estocada recibiendo. Oreja muy merecida.