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La maternidad, un soporte intangible en el deporte

Gabriela Córdova recibe la bendición de su madre Patricia. Foto: EL COMERCIO

Gabriela Córdova recibe la bendición de su madre Patricia. Foto: EL COMERCIO

Gabriela Córdova recibe la bendición de su madre Patricia. Foto: EL COMERCIO

‘Mi hija ha sido una bendición de Dios. Tiene talento y sabiduría”, relata Alicia Serrano Salcedo, madre de Carla Heredia, maestra Internacional de ajedrez y múltiple campeona internacional.

El llanto la vence. Seca sus lágrimas antes de continuar. “Siempre ha sido hiperactiva. De pequeña jugaba fútbol y tenis. Conformaba equipos mixtos para jugar fútbol con sus compañeros de la escuela y colegio”, añade. Jugaba también tenis hasta que el ajedrez cambió su vida y la de la familia.

“Mientras estudiaba en el colegio Alemán ya empezó a participar en torneos internacionales. Nos tocaba ir a diario al colegio para tomar apuntes de sus compañeras para que no se atrasara”. Luego se tomó la decisión que estudiara a larga distancia para facilitar su colegiatura.

Para Alicia comenzó entonces otra rutina. La de buscar en los organismos deportivos el apoyo económico para que su hija asista al mayor número de torneos para poder llegar a lograr los títulos internacionales que hoy posee. “Siempre tuvimos el respaldo del presidente de Concentración Deportiva de Pichincha, Aníbal Fuentes. Luego del Ministerio del Deporte, así es como ella ha seguido compitiendo. Ahora, por el ajedrez estudia Psicología en la Universidad de Texas”.

Se hablan casi a diario por las facilidades que brindan las redes sociales, pero siempre quiere tenerla en casa. “Cuando viene me encanta prepararle su comida favorita, cebiche de camarón o camarones apanados. Luego salimos porque también extraña la comida mexicana, esa sí no la sé cocinar, así que salimos a comer lo que a ella le gusta”.

Para Carla su familia ha sido un pilar fundamental para hacer del ajedrez su medio de vida. Cuando llega el Día de la Madre, busca a su hermano Édgar Alberto, para preparar una sorpresa. Una botella de vino o flores aparecen en casa con alguna dedicatoria que sale del corazón. “Hoy seguro habrá sorpresa”, dice Alicia.

De la élite a los teteros

“Una vida caóticamente hermosa”. Así define Érika Chávez Quintero su etapa de madre, que comenzó el 15 de enero pasado cuando trajo al mundo a Alma Kenai. Su bebé nació prematura, de siete meses y tres semanas. Sin embargo, está con buena salud.

La atleta ecuatoriana de 24 años está casada con el suizo Thomas Zudemberg, quien desde diciembre pasado se encargó de elaborar su plan de preparación. Su última prueba oficial fue en marzo del 2014, con motivo de los Juegos Sudamericanos en Chile. Allí se clasificó a la final en los 200 metros.

“Es muy lindo ser madre, pero a la vez de mucha responsabilidad”, reflexiona la campeona sudamericana.
Tiene el apoyo de su madre, Angélica Quintero, para el cuidado de su pequeña.

Por su embarazo y el nacimiento de su hija, se alejó de las pistas por cerca de un año. Hace dos meses retornó a los entrenamientos porque quiere retornar al alto rendimiento.

En su criterio, no se pierde la velocidad con un retiro temporal de la actividad física, pero sí la fuerza muscular y la resistencia. “Nunca había parado tanto en mi vida deportiva” y por eso no sabe con certeza cuánto tiempo tardará para recuperarse. “Espero que sea rápido y de la mejor manera posible”.

La madre-deportista reside en Coca, Orellana. En su habitación, junto a sus trofeos y sus medallas, la seleccionada nacional luce sonriente con su hija. En el 2012, se convirtió en la primera velocista ecuatoriana en competir en los Juegos Olímpicos. Fue en Londres.

Con una preparación metódica y exigente, la corredora de 100, 200 y 400 metros planos pretende reaparecer en una competencia de evaluación en noviembre o diciembre próximo. Para entre enero y febrero del 2016 fija su reestreno.

Según Chávez, la gente pensará que es imposible, pero “mi meta es buscar la marca para los Juegos Olímpicos” en Río de Janeiro 2016. Tiene dos opciones: lograrlo en el plano individual en los 100 m o 200 m, pero también quisiera regresar al equipo de postas, donde ya corrió con Ángela Tenorio, y Marizol Landázuri, quienes lograron la semana pasada el noveno lugar en el Mundial.

Las motos y los autos

Gabriela Córdova Reyes, en cambio, heredó la afición tuerca de la familia. En la Vuelta al Ecuador fue copiloto de su hermano Ramiro, en lo que fue su primera experiencia en la competencia de rally más grande que tiene el país.

Sus padres fueron los gestores de ese apego a la velocidad. Su papá, Ramiro, conducía autos y mi mamá, Patricia Reyes, motos.
Gabriela, de 31 años, es publicista pero se da tiempo para competir en los rallies aunque también conduce cuadrones. Ha participado en las competencias de Baja Manabí, Guachalá y Machachi, consideradas las más exigentes.

Su madre, Patricia, le acompaña en las competencias que puede, como sucedió en la vuelta al Ecuador. Está pendiente de ella, de su participación y comenta con ella sus experiencias.

Conmemoración 

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