“Una vez más que, con éxito, terminó la visita del Papa –suceso histórico, por cierto-, hay que volver la mirada a los sucesos y episodios propios del país.
No hay más remedio, lamentablemente. Hay que retornar a lo de todos los días, a la política interna –varias veces lejos del mensaje papal-, a los problemas económicos y a sus presuntas y difíciles soluciones, al fútbol local, a la competencia política (…), a todo lo que puede suceder en un país como Ecuador”.
Casi todos coincidirán en que el mensaje de estos párrafos resume las expectativas de cambio que el país ansía luego de la visita del papa Francisco y sus potentes mensajes de fe, solidaridad, respeto al prójimo e inclusión, en todos los niveles. Sin embargo, ese fragmento se publicó en diario EL COMERCIO, hace 30 años, luego de la visita al Ecuador de Juan Pablo II.
En la edición del 2 de febrero de 1985, sus páginas recogieron las palabras finales del entonces Sumo Pontífice quien visitó el Guasmo, en Guayaquil, dirigidas a decenas de miles de ecuatorianos empobrecidos y marginados. Allí hizo alentó a los pobres a decir “no” a cualquier forma de explotación, como el “caciquismo que os quiera utilizar como simple clientela en determinados momentos”. También pidió la “defensa de la dignidad de los derechos de la persona humana”.
Hace 30 años, Juan Pablo II llamó a la conciencia de los gobernantes y responsables de la sociedad para procurar un mayor equilibrio social y cuidado de las familias ecuatorianas. Al despedirse del Papa, el entonces presidente León Febres Cordero le aseguró que “con sacrificio y sin egoísmos construiremos una sociedad más solidaria y justa”.
Treinta años después, no solo el mensaje de Juan Pablo II sigue vigente sino también los comportamientos políticos y los temores económicos de los ecuatorianos.
El mandato de Febres Cordero estaba por cumplir seis meses y su enfrentamiento con la oposición había comenzado desde agosto de 1984. A diferencia de lo que sucede hoy, donde Alianza País controla todos los poderes del Estado, la oposición tenía en sus manos al Congreso y se había instalado una pugna por comandar al poder judicial.
Precisamente, en estos días de visita del papa Francisco, los sectores de oposición, muchos con plataforma política desde los gobiernos locales ajenos a Alianza País, se han fortalecido en las calles para protestar contra las decisiones económicas del Gobierno (las reformas a las leyes de la Herencia y de Plusvalía.
Y, al igual que pasa hoy, en 1985 el Régimen de Febres Cordero respondía a ese descontento popular con el argumento de que sus medidas económicas -el alza de los combustibles, según lo cita diario El Telégrafo- solo afectarían a las familias más pudientes del Ecuador. ¡Menuda coincidencia discursiva!
La tensión política, entonces y hoy, se siente en las calles; aunque cabe precisar que los decibeles eran muy distintos. En 1985, el grupo subversivo Alfaro Vive Carajo había sembrado miedo en la ciudadanía y la arremetida policial en su contra, el terror.
En los reportes de EL COMERCIO de la época, también se mostraba la preocupación por la caída del precio del petróleo en un dólar, por cuenta de unos ajustes dispuestos por la OPEP. Eso implicaba un déficit presupuestario de 7 mil millones de sucres; es decir, unos 100 millones de dólares para la época.
La semana en que Francisco visitó el Ecuador, el precio del barril de crudo cayó nuevamente a USD 52. Y las necesidades de financiamiento del presupuesto general para este 2015 rondan los USD 10 mil millones.
Hasta al drama del fútbol se le daba en 1985 la misma importancia que hoy. Cuando Juan Pablo II dejó el Ecuador, la Selección se preparaba para las eliminatorias México 86; sus próximos partidos eran Chile y Uruguay. En este 2015, el desempeño de la selección en la Copa América fue mediocre.
Más allá de estas comparaciones, la búsqueda de un diálogo civilizado y constructivo era en esos momentos tan anhelado como el que se ha planteado hoy, no solo desde las consistentes disertaciones del papa Francisco, sino desde todos los sectores políticos y sociales del Ecuador.
En aquella edición de 1985, EL COMERCIO señalaba: “No hay que dejar de reconocer que la visita de Juan Pablo II fue un impacto. Un sacudón. Hizo pensar y trabajar a muchos. Fue también un cambio de ambiente. Un transporte hacia otras realidades, aunque pasajeras pese a que no dejarán de tener consecuencias. La tregua política terminará el lunes (en referencia al 4 de febrero del 1985), aunque otros afirman que llegó ya a su fin”.
Lo que pasó en ese gobierno los años siguientes fue dramático en lo económico, en lo político y, sobre todo, en el respeto a los derechos humanos. Fue claro que el deseo del entonces Presidente socialcristiano porque el Ecuador construya una sociedad más solidaria y justa no llegó a cumplirse.
Ojalá los buenos propósitos que formuló el papa Francisco en su reciente paso en el Ecuador tampoco se queden, únicamente, en los archivos periodísticos como parece haber ocurrido hace ya 30 años.