Hablar del “Aquí y Ahora” fue tendencia durante el confinamiento provocado por el covid-19. Esas dos palabras sonaban repetidamente en la radio y claro, en las redes sociales. Todos hablaban de lo mismo. Me saturaron.
Las imágenes que circulaban eran de personas recostadas sobre una colchoneta. Todas tenían los ojos cerrados, y según la descripción que acompañaba a la instantánea: buscaban poner la mente en blanco.
Intenté un par de veces; en todas fracasé. Cuando cerraba los ojos mi imaginación volaba. Además, me levantaba invadida por una enorme pereza. Un día me quedé dormida. ¿Dijeron mente en blanco no?
Como no surtió el efecto deseado me olvidé del famoso “Aquí y Ahora”, hasta hace un mes, cuando finalmente entendí el poderoso mensaje que encierran esas dos palabras.
Fue un día entre semana mientras terminaba de entrenar. Agobiada por un sinnúmero de acontecimientos fui al parque Bicentenario para despejar la mente; el deporte siempre ha sido mi tabla de salvación y me resulta mucho más efectivo cuando lo practico al aire libre; cuando respiro aire puro.
Estaba por completar mis 5 kilómetros cuando me invadió una sensación de absoluto bienestar. Debo aclarar que durante la semana recibí la visita de mi mejor amigo. Se cruzó la ciudad para traerme colada morada y lo más importante, para abrazarme y decirme que todo saldrá bien. En esos días también recibí un par de “Sí se puede Paola”.
Con la mirada puesta en un despejado Cotopaxi me pregunté: ¿Qué le dirías a la Paola de 20 años? Sí, a la chica que lloraba porque pensaba que jamás terminaría la universidad tras convertirse en mamá.
Me respondí: Le diría que todo saldrá bien. Que ella y su hijo tendrán una vida feliz. Que no se aferre a nada ni a nadie. Que obviamente tendrá caídas, pero que se levantará y se convertirá en un ser humano fuerte, y que tendrá un gato. ¿Se acuerdan de la Misa? Está enorme. Ya coronó el árbol de Navidad.
Pensar en el pasado y en el futuro -en la mayoría de los casos- solo nos genera ansiedad y eso, sin duda, nos hace tomar decisiones apresuradas. El “Aquí y Ahora” significa concentrarse en el presente. Nada sacamos atormentándonos por alguna mala decisión ejecutada en el pasado porque jamás la podremos cambiar. El pasado nos deja lecciones.
El futuro, en cambio, es incierto. Está bien planificar, pero cuando algo se sale de nuestras manos no podemos torturarnos por ello. En el 2020 yo tenía previsto viajar, subir el Cotopaxi… Nada de eso se hizo realidad; la pandemia trastocó todos mis planes e imagino que los suyos también.
También alteró mi plan de ahorros, y ahí fue cuando me desquicié. Me preguntaba cómo iba a pagar el tercer o cuarto semestre de la universidad de mi hijo. Me inventé fantasmas cuando el retoño sigue en el colegio y seguramente se tomará un semestre para perfeccionar su inglés antes de regresar oficialmente a las aulas.
Entonces, ese día, en el parque, me pregunté: ¿Qué le dirías a la Paola de ahora? Justo lo que le dije a esa chica de 20 años. Todo saldrá bien si te concentras en el presente.
Planifiquemos, pero disfrutemos del día a día. Saboreemos las mañanas. Agradezcamos por un día más de vida, porque tenemos la oportunidad de levantarnos y de hacer lo que más nos gusta, lo que nos hace felices. ¿Cuántos de nosotros contemplamos las montañas?, ¿Cuántos nos maravillamos con una luna llena?, ¿Cuántos nos detenemos para saborear los bocados que nos llevamos a la boca? Eso para mí es el “Aquí y Ahora”.
¿Qué piensan ustedes? Los leo en pgavilanes@elcomercio.com