Imagen referencial. los días de invierno también desgastan los mecanismos de defensa del cuerpo. Foto: Archivo/ EL COMERCIO.
Desde la aparición de los primeros casos de covid-19, se ha especulado dentro de la comunidad científica sobre cómo las distintas condiciones climatológicas y los cambios de estación podrían afectar a la propagación del virus. Al inicio de la pandemia fueron muchas las voces que pronosticaron que la elevación de la temperatura, con la llegada del verano, ralentizaría su velocidad de propagación. Esta previsión no se cumplió.
¿Se extenderá de forma más veloz el covid-19 en la época invernal? Investigaciones científicas certificadas muestran que el riesgo de contagio del nuevo coronavirus, al parecer, es mayor cuando llega el frío. Pero no es una certeza, pues falta estudiar más el fenómeno.
Marcos Espinal, director del Departamento de Enfermedades Transmisibles y Determinantes Ambientales de la Organización Panamericana de la Salud (OPS), dice que, si nos basamos en los patrones de los virus que producen la gripe o la influenza, es esperable que los casos aumenten con la llegada del frío invernal. Según él, las investigaciones sobre la influenza muestran que los coronavirus en general tienden a ser más activos y agresivos en el invierno que en el verano.
Por un lado, esto ocurre porque la gente suele pasar menos tiempo al aire libre y se aglutina en lugares interiores, en los que se reduce la distancia interpersonal, y eso aumenta el riesgo de contagio. Pero también se debe al modo de transmisión. Un coronavirus se esparce a través de microgotas. Estas se transmiten de manera más eficiente en el invierno, cuando hay viento frío y estas gotitas tienden a durar más en el ambiente y, por ello, los virus se mantienen más activos.
Con el calor, en cambio, las gotas se destruyen más rápido. Por esta razón, la transmisión resulta menos eficiente. No obstante, si bien esta información es válida para la influenza y para otros coronavirus, el covid-19 nuevo y no se sabe al 100% si se comportará de esta manera.
Marc Lipsitch, profesor de epidemiología de la Universidad de Harvard, en EE.UU. recuerda que, además, no se han hecho estudios sobre el rol de la humedad en los coronavirus y otros virus respiratorios. Por otra parte, puede haber otros factores -como la duración del día o la radiación ultravioleta, por ejemplo-, que pueden ser importantes en el caso del nuevo coronavirus.
De su lado, Tom Inglesby, director del Centro para la Seguridad de la Salud de la Universidad Johns Hopkins, menciona que precauciones frente a los coronavirus, como la apertura de ventanas en casas y vehículos, no son factibles cuando baja la temperatura, llueve o nieva.
Estudios previos con rinovirus ya habían mostrado que el frío reduce la respuesta antiviral en la cavidad nasal. Por otra parte, los días de invierno también desgastan los mecanismos de defensa del cuerpo. Cuando las personas se vuelven más sedentarias, el sistema inmunitario está menos alerta.
Además, en una temporada invernal típica de gripe y resfriados, muchos están protegidos por anticuerpos contra los virus circulantes. Pero ante el covid-19, el número de personas con anticuerpos sigue siendo bajo, incluso en los sitios más afectados por la enfermedad. Este hecho lo corrobora una simulación epidemiológica publicada en la revista Science.
En esta investigación se advierte que más que la temperatura ambiental incide en la expansión del virus, ese otro factor más poderoso que continúa alimentando su transmisión: una gran población aún susceptible a la infección. Según la Revista de la Asociación Médica Americana (JAMA, por sus siglas en inglés), el 85% de los habitantes del planeta todavía no tiene anticuerpos.
En cambio, Rachel Baker, del Instituto Ambiental de Princeton, minimiza la importancia del clima y defiende férreamente la necesidad de mantener medidas como el uso de mascarillas y el distanciamiento social, independientemente de la época del año en la que nos encontremos.
De todas formas, la estacionalidad de ciertas enfermedades es tan evidente que hace 2 500 años el padre de la medicina, Hipócrates, ya denominaba epidemias a las dolencias ligadas a una época del año. Sin embargo, transcurridos dos milenios y medio, no hemos descubierto en detalle por qué la gripe nos ataca en invierno.
En los años 60, los cultivos de rinovirus del resfriado revelaron una preferencia de estos patógenos por las temperaturas frescas de las fosas nasales. Más recientemente, los estudios mostraron que el virus de la gripe aumenta su estabilidad e infectividad cuando bajan la temperatura y la humedad. Estas suelen ser características del invierno, cuando el frío seca el aire por condensación del vapor.
Una parte de la explicación reside en la envoltura de grasa del virus, que en tiempo frío forma una cubierta protectora con la consistencia de un gel, licuándose con el calor del cuerpo y dejando al virus listo para infectar, precisa el experto en estacionalidad de la gripe, Jeffrey Shaman, de la Universidad de Columbia. Dado que el SARS-CoV-2 es también un virus respiratorio con envoltura lipídica, los científicos sospechan que podía comportarse de modo similar a la gripe y a los coronavirus estacionales causantes del catarro común.
Por otro lado, en un estudio en 50 ciudades durante los primeros meses de la pandemia, el médico inmunólogo de la Universidad de Maryland, Mohammad Sajadi, y sus colaboradores descubrieron que el coronavirus se estaba propagando con mayor facilidad en una estrecha franja de temperaturas y humedad más bajas. En el hemisferio norte, esta franja cubría la región centro-norte de EEUU, la mayor parte de Europa y zonas centrales de Asia. En el hemisferio sur, durante su invierno se vieron picos de la pandemia en Argentina, Sudáfrica y Brasil, precisa Sajadi.
Sin embargo, no todos los estudios concuerdan. Desde la Universidad de Sídney, el epidemiólogo Michael Ward, en investigaciones de campo tanto en Australia como en China, observó que el aire más seco favorece la transmisión del virus, pero sin detectar un efecto consistente de la temperatura. Añade que, en este momento, parece que la transmisión del SARS-CoV-2 se ve más afectada por la humedad, mientras que para la gripe inciden tanto la humedad como la temperatura.
Hadi Yassine, especialista en enfermedades infecciosas de la Universidad de Qatar, señala que la tendencia actual es estudiar las enfermedades infecciosas bajo lo que se denomina One Health Approach, es decir, la relación entre el huésped, el virus y el entorno. Agrega que en los próximos años es posible que los inviernos sean época de gripe, catarro y covid-19.