Cortesía: revista La Matemango
Mientras la revista satírica francesa Charlie Hebdo ridiculizaba al Islam y el Catolicismo y su sede en París sufría un atentado que dejó a 12 personas muertas, en Guayaquil un grupo de dibujantes producía La Matemango.
Se trata de una revista satírica, una propuesta de la cultura subterránea que circula desde finales de 2012. La Matemgango cuenta con un blog y tres números físicos, editados de forma artesanal y con tirajes limitados frente a los 50 000 ejemplares de Charlie Hebdo.
La revista ecuatoriana aborda temas políticamente incorrectos o historias abiertamente sexuales. El grupo de dibujantes pone en escena, con dosis de ingenio y provocación, problemas en torno al racismo, el periodismo o al mundo del fútbol.
En uno de los dibujos, una madre afroecuatoriana le advierte a su hija que no la quiere volver a ver en el parque con “ese negro de mierda”. En otra página del último número, publicado en mayo de 2015, un “hada chola” cumple los deseos que no satisface “la rubiecita apretada”.
En ocasiones lo ofensa “es inevitable” en un espacio que publica lo que en cualquier otra lugar sería imposible, según explica Marco Martínez, uno de dibujantes y mentalizador de la revista.
“Si llegamos a ser ofensivos hay una justificación. No es gratuito. Si decimos algo que moleste es para plantear alguna cuestión de fondo”, indica Martínez, de 36 años, que se gana la vida como corrector de textos. “Lo que buscamos primero es descargar, decir cosas y tratar temas que creemos pertinentes”.
Una historieta cuenta, por ejemplo, lo que se repite cada semana en un peloteo barrial de fútbol, y con un tono de escepticismo desnuda rasgos de la identidad popular.
Las frases que se escuchan en la calle y las cuestiones “que se perciben en el aire” inspiran esta propuesta de impronta urbana, indica el diseñador gráfico Wilson Limones (33), uno de los dibujantes principales de La Matemango.
El nombre de la revista obedece a un apelativo de la marihuana (mango) en sectores populares de Guayaquil. Entre los colaboradores habituales se encuentra el también guayaquileño Juan Carlos Vásquez y el dibujante argentino Francisco Giarcovich.
“Hay una retroalimentación con lo que está pasando en la ciudad. Cuando algo surge casi siempre proviene de notas que escucho o percibo. Son cosas que recibes y botas”, explicó Limones.