Desde hace dos años todos los fines de semana viajamos de Portoviejo a Guayaquil. Nos dedicamos a la venta de ropa que compramos en la Bahía en Guayaquil, a veces nos vamos a Huaquillas.
[[OBJECT]]Empezamos con una capital de USD 1 500, producto de un préstamo. Invertimos la mitad para la compra de ropa y el resto nos queda como capital de reserva en caso de cualquier contratiempo.
El tercer sábado de enero pasado regresábamos de Huaquillas. Llegamos a Guayaquil, después de descansar una hora abordamos el bus para ir a Portoviejo. Eran las 21:00. Todo era normal hasta que el chofer paró cerca de Pedro Carbo en Guayas. Allí se subieron 4 hombres y 2 mujeres.
El vehículo siguió rodando, cuando después de media hora los cuatro tipos se pararon y mostraron unas armas. Gritaron: esto es un asalto. Y dijeron: las mujeres tranquilas, no pasa nada si cooperan. A los hombres le indicaron que no se hagan los valientes, porque les darían plomo.
Empezaron a quitar los celulares. Con la ayuda de las dos mujeres les requisaban a las chicas, les metían la mano hasta en sus genitales para buscar celulares o joyas que pudieran llevar.
Fue degradante. Nos amedrentaban con palabras soeces. Pensamos que el asalto solamente sería en la cabina del autobús.
Después dijeron: chofer abre la puerta donde van las maletas.
Entonces ya les esperaba una camioneta con dos individuos más. Allí embarcaron todas las maletas y los bultos que llevábamos todos los pasajeros.
Después nos enteramos que cuatro personas más también traían mercadería como la nuestra, desde Guayaquil.
Entonces, robaron a los pasajeros y se llevaron hasta las maletas.
Si se tardaron 30 minutos en el asalto fue mucho. Las armas que portaban eran modernas, eran pistolas que brillaban. Al mirar esas armas a uno no le queda ganas ni de hablar. Por lo menos respetaron los documentos, uno de los asaltantes dijo “los papeles no nos sirven de nada”.
Cuando se fueron nos bajamos a ver las maletas y observamos que se habían llevado hasta un saco con cebolla perla y otro con limones. El conductor dijo que nunca se imaginó que al parar y llevar a esa gente el resultado podría ser un asalto. Con mi esposa perdimos USD 2000 en mercadería y 200 en efectivo. Los otros comerciantes dijeron que perdieron sobre los 3 000 cada uno.
Hemos vuelto a empezar y esperamos que no vuelva a suceder este tipo de desagradables sorpresas con los delincuentes.