A Marjorie Sotelo se la veía como una de las más entusiastas en los preparativos para la presentación de una obra teatral y una feria juvenil, el fin de semana pasado. Resaltaba su condición de liderazgo en medio del ajetreo.
Esa característica permitió que Marjorie fuera escogida entre los 15 jóvenes de Quito para integrarse al Programa de Prevención de la Violencia y el Delito con Jóvenes y Adolescentes, a través del Arte y la Cultura. Según Karina Garzón, una de las coordinadoras del programa, se trata de una iniciativa que apunta a crear un espacio para que los adolescentes y jóvenes formulen sus propuestas para la seguridad ciudadana.
Para esto se escogieron las siete ciudades consideradas -de acuerdo con la Policía Comunitaria- con mayores índices de violencia y delitos. Estas urbes son Santo Domingo de los Tsáchilas, Manta, Guayaquil, Machala, Quito, Quevedo y Esmeraldas.
Según las proyecciones del Instituto Nacional de Estadística y Censos (INEC), la población joven –de entre 15 y 29 años- de estas provincias es de 2 720 670.
Además, Garzón dijo que “se enfocó en que normalmente quienes generan esta violencia son jóvenes en situación de atención prioritaria, es decir que están en el umbral de la decisión de entrar en actos delictivos, pandillas y más o tener un opción creativa”. Solo en Guayaquil –según www.joveneslac.org- se calcula que hay alrededor de 200 grupos pandilleros. En todo el país pasarían de 700 y a estos se los considera generadores de violencia.
El objetivo de esta propuesta del Ministerio del Interior es ayudar a bajar los índices de violencia juvenil urbana. Para esto se promovieron alianzas entre policías y jóvenes de atención prioritaria.
En octubre, la Policía Comunitaria hizo una convocatoria en las zonas rojas de cada ciudad para instituciones sociales y culturales, colectivos urbanos, grupos juveniles, incluso pandillas que se interesaran en participar el proyecto para prevenir la violencia.
Al igual que Marjorie Sotelo en cada una de las urbes acudieron hasta 60 jóvenes al llamado. De ellos, mediante un diagnóstico sociológico se seleccionó a grupos focales de 15 de ellos en cada ciudad. Se consideró su vulnerabilidad ante el umbral de riesgo y su capacidad de liderazgo.
Marjorie, de 28 años y madre de dos niños, confiesa que ha vivido muy de cerca las secuelas de la inseguridad. “Mi esposo era un líder Latin King y murió hace un año y medio en Guayaquil por ajuste de cuentas”, recuerda.
A partir de esa tragedia, vino una etapa dura para la mujer y la familia de su esposo, sobre todo por las amenazas que recibieron.
Sin embargo, el fin de semana pasado a Marjorie se la vio motivada de trabajar con estos jóvenes, a los que considera “en algún momento formaron parte de mi vida y con gente distinta a mí” para ayudar a evitar que sufran las consecuencias de la violencia.
En cada ciudad se realizó un proceso de capacitación para fortalecer las condiciones de líderes y sus virtudes en canto, actuación y producción artesanal. En forma complementaria se capacitaron en temas de desarrollo personal y grupal, derechos, prevención social del delito y seguridad.
Luego, cuatro adolescentes por ciudad participaron en abril pasado en un taller de formación actoral. El resto se comprometió a replicar las enseñanzas entre sus compañeros y juntos armaron ‘sketchs’ (escenas cómicas) sobre violencia e inseguridad.
Los 28 seleccionados prepararon la obra teatral: ‘Donde la luz se abraza con la sombra’, que estrenaron el viernes pasado en el Teatro México, en Chimbacalle (sur de Quito). Allí dramatizaron diferentes conflictos que afectan a la seguridad de la gente como la violencia intrafamiliar, ajustes de cuentas entre pandillas, etc.
En los dos días siguientes armaron una feria juvenil, en la que las delegaciones de las siete ciudades expusieron llamativas artesanías que hicieron con material reciclado. Gabriel Bravo mostraba orgulloso una silla que había decorado con plásticos y esponja.
Otros, como Elver Quiñónez, Felipe Vidal y Francisco Chamorro, con latas, botellas de plástico y más material, armaron robots, monederos y otras figuras.
Ahora este grupo de jóvenes se muestra convencido de que se trata de una opción importante. Incluso, ellos empiezan a pensar en la creación de microempresas culturales y de artesanías a partir del reciclaje. Además, de aquí en adelante los jóvenes se encargarán de reproducir las propuestas en sus colectivos.
Para eso tendrán el acompañamiento de un comité técnico local integrado por las gobernaciones, Instituto del Niño y la Familia (Infa), ministerios de Educación, Cultura, Inclusión Económica y Social e Interior, la Dirección Nacional de Juventudes y otras instituciones. Karina Garzón dice que el reto es generar un plan de seguridad ciudadana a partir de los muchachos para reproducir en sus barrios y comunidades.
Y Marjorie Sotelo cree que sí tendrán apertura, pese a que en sus barrios la mayoría de chicos se interesa en otras cosas. La mujer cuenta que ella junto con sus compañeros, los gemelos Marco y Edwin Solá, Mayra Pérez y otros ya han incidido en algunos espacios de Quito. Por ejemplo, con el respaldo de policías improvisaron en plazas o parques escenas cómicas sobre riñas de pareja o de pandillas. Aseguran que parecían tan reales que enseguida generaban reacciones y comentarios entre los curiosos. Justo ese momento era aprovechado para transmitir sus mensajes sobre cómo evitar la violencia y mejorar la seguridad ciudadana.