El ataúd de Álex Quiñónez Martínez, nunca se abrió a la ciudadanía. Nadie lo pidió porque en un video de seguridad difundido a través de las redes sociales se observaba cómo un verdugo, sin piedad le quitó a tiros la vida al deportista, mientras estaba en la manzana 431 de Colinas de la Florida, noroeste de Guayaquil, la noche del viernes 22 de octubre. Ese día, además, mataron al cantante urbano Cristopher Jojairo Arcalla.
Tras confirmarse el crimen, el cuerpo del velocista fue trasladado hasta la ciudad de Esmeraldas que lo vio nacer hace 32 años. En ese poblado quedan sus tres hijos, su esposa Blanca, su madre, Ana, hermanos y amigos que en medio de llantos y gritos como: “Justicia, justicia”, “nunca lo atendieron bien”, “sus tres hijos merecen ser atendidos”, lo acompañaron hasta el Cementerio General de Esmeraldas, donde a las 17:30 del domingo 24 de octubre, ingresó el cuerpo sin vida de quien logró ubicarse con el séptimo hombre más rápido del mundo y el número uno del Ecuador.
El marchista Jefferson Pérez, estuvo en el velorio y sepelio de Álex. Él, desde las gradas del estadio Folke Anderson, donde se le hizo una capilla ardiente con la presencia del ministro de Deportes (Sebastián Palacios) y autoridades locales de Esmeraldas, le pido al Ministerio de Deportes que el tercer carril de todas las pistas atléticas del Ecuador lleve el nombre del esmeraldeño.
“Es lo mínimo que podemos hacer ‘postmortem’ por Álex, también sé qué hay una Fundación con el nombre de Álex Quiñónez, desde el Gobierno deberían ayudarles. A los tres hijos de Álex no deben abandonarlos”, pidió el medallista olímpico, quien exhortó que se haga justicia capturando a los criminales.
El ministro Sebastián Palacios, en su intervención junto al ataúd que estaba en el centro de la cancha, bajo una carpa blanca y frente a la mirada de centena de dolientes, aseguró que se hará todo lo necesario para atender a la familia del medallista; además, dijo que la sanción que tenía el esmeraldeño, que incluyó el no tener su sueldo mensual y no competir en las Olimpiadas de Tokio, se ajusta a las normas disciplinarias del deporte ecuatoriano.
Los presentes en el sepelio se resistían a escuchar cualquier frase que pusiera en duda la trayectoria deportiva del atleta. Más bien pidieron que se asignara una pensión vitalicia para los huérfanos y se deje claro que el velocista no estaba vinculado con ningún grupo ilegal o temas ilícitos; gritaban que el deportista, pese a no tener ingresos económicos de Estado, siempre encontró la forma honesta de atender a su familia.
Ana Quiñónez, mamá de Álex, en todas sus intervenciones públicas repite, con insistencia, que el Gobierno no los abandone y que haga todo lo posible para que el crimen no quede en la impunidad. Hasta que terminó el entierro de Álex Quiñónez, ninguno de los familiares de la víctima tenían datos nuevos de cómo avanza la investigación y búsqueda de los autores del asesinato.
El entierro ocurrió en medio de contrastes. Luego de prolongados silencios de los dolientes, entre el tumulto se escuchaban voces que exclamaban: “¡Álex, eres grande, siempre te recordaremos!”; hasta que llegó un auto con parlantes y colocó a todo volumen algunos vallenatos, salsa, reggaetón.
Así llegaron hasta el Camposanto de Esmeraldas, donde unos se quedaron en los exteriores y otros, pegados entre sí, miraban, lloraban y se abrazaban, mientras el ataúd de Álex Quiñónez Martínez era ingresado en la tercera bóveda familiar, ubicada a pocos menos del héroe nacional Luis Vargas Torres.