Ángel Hidalgo vive en el barrio San Roque, en el centro de Quito, desde hace 45 años. Sus padres le heredaron la casa en el sector La Cantera. Allí está radicado con su esposa, Esperanza Escudero.
Para Hidalgo, el barrio ha tenido varios cambios. Desde que era niño, el penal García Moreno estaba ubicado allí. Antes no era peligroso. “Mis padres eran comerciantes y viajaban a las ferias en Latacunga. Llegábamos a la terminal del Cumandá a las 21:00 y subíamos caminando sin problemas hasta la casa”.
En el primer piso de su vivienda, Hidalgo instaló una . Abre de lunes a domingo, 08:00 a 19:00.
Luis Haro vive junto a la casa de Hidalgo. Desde su ventana se observan varios sitios de tolerancia que fueron reubicados en La Cantera, en el 2002. Hidalgo comenta que antes de la llegada de esos negocios, sus clientes eran moradores del barrio. Él abría la tienda a las 06:00 y cerraba a las 20:00.
“Poco a poco, los vecinos fueron vendiendo sus propiedades y las ventas decayeron”. Por la calle Rocafuerte, desde La Cantera hasta el penal García Moreno, en la fachada de cinco casas hay letreros con la frase: ‘Se vende esta propiedad’.
En la calles Rocafuerte y Cumandá hay varios locales comerciales: tiendas de víveres, cabinas telefónicas, restaurantes, etc. Marlene Cevallos instaló hace un año su negocio de cabinas telefónicas. Ella vive desde hace 25 años en el sector.
Para Cevallos, el barrio es seguro por la presencia del centro de detención. Frente a su posible reubicación se muestra inconforme. Afirma que en el barrio es el lugar más seguro por el permanente resguardo policial. “ Desde La Cantera bajan personas en estado etílico y muchas veces se quedan dormidos en la calle”, comentó.
Nora Paredes, vecina y dueña de la despensa Gabrielita, ubicada en las calles Rocafuerte y Pedro Pecador, dijo que la inseguridad está en los alrededores del mercado. Los buses que circulan por el sector giran por la calle Cumandá y no suben hasta los domicilios de Hidalgo, Paredes Haro y Cevallos.
Para Lucrecia Amaguaña, presidenta del barrio, vivir en San Roque es una encrucijada. “El penal da seguridad, pero los alrededores del mercado, La Cantera y la av. Mariscal Sucre son zonas muy peligrosas. La UPC no es suficiente”.
Allí trabajan cuatro policías con un patrullero. Marco Arce, cabo primero, informó que se realizan patrullajes permanentes. Para Amaguaña, en ese sector se necesita un grupo de élite o militares para que vigilen las calles. En definitiva, ella se siente insegura.