Era 31 de abril de 1951. La parroquia Zámbiza, en el noreste de la ciudad, estaba de fiesta. La razón: concluyeron la construcción de la que fue la única vía de ingreso a la jurisdicción: un túnel hecho con mingas de los vecinos.
Francisco Pumisacho (76), su hermano José Manuel (80) y José Miguel Toapanta (91) fueron tres de los moradores que participaron en las mingas para ayudar con el levantamiento del túnel.
“Trabajábamos con picos, palas, carretillas y las ganas que teníamos de dar a la parroquia una mejor vida”, contó José Manuel.
El túnel está en una peña, al borde de la quebrada Porotohuaico. Tiene una extensión de 50 metros de largo, 5 de ancho y también 5 de altura. Es oscuro, húmedo, lleno de tierra y su único revestimiento son orquídeas y maleza que crecen en los alrededores.
En su construcción participaron unas 30 personas, incluidos los moradores y una pequeña cuadrilla del Consejo Provincial de esa época. “Nosotros lo llamábamos la ‘conscripción vial’. En lugar de ir al Ejército ayudábamos con la construcción del túnel”, contó Francisco, entre risas.
Para los pobladores de esta parroquia siempre fue un desafío llegar a casa. Antes de la construcción del túnel, las personas tenían que atravesar caminos llenos de maleza o chaquiñanes, no había otro lugar por donde ir.
El presidente de la Junta Parroquial de Zámbiza, Luis Miranda, recordó que “la gente cargaba las cosas en su espalda. Llegaban en carro hasta el mirador y desde ahí caminaban”. El paso de animales de carga como caballos y mulas no era posible porque no había un camino suficientemente amplio para su desplazamiento.
Con la construcción del túnel, la vida de los moradores de la parroquia mejoró, pues significó una apertura para el comercio. “Eso impulsó que el transporte llegara acá”, comentó Miranda.
Los hermanos Pumisacho recordaron que las primeras veces que pasaron caminando por el túnel sintieron miedo. “No se veía nada, era muy oscuro. A veces extendíamos el brazo para tener la pared como guía. Después ya sabíamos de memoria el camino”, relató José Manuel.
En las paredes de tierra del túnel se pueden ver marcas de colores de los raspones y golpes de los vehículos que pasaron por ahí. Francisco contó que él se golpeó con un camión de la FAE (Fuerza Aérea Ecuatoriana).
A pesar de la existencia del túnel, el paso de la gente a su parroquia seguía siendo un desafío. Los hermanos Pumisacho, Toapanta y Miranda contaron que había que saber manejar bien para pasar por ahí, no solamente por no golpearse con las paredes, también para no coincidir ese momento con otro vehículo.
El día que el túnel se inauguró, los zambiceños hicieron una fiesta. El primer auto que cruzó el túnel, relató Miranda, fue el del padre párroco de esa época y llegó hasta la plaza principal, donde ahora es el parque central.
Los tres hombres se sienten orgullosos de haber participado en la construcción. “Esto fue vida para el pueblo, por eso Zámbiza ahora tiene otra cara. Hubo movimiento para el comercio y para el trabajo”, dijo Francisco.
Para los moradores representa un orgullo cargado de recuerdos, anécdotas y tradiciones.
En 1995, el túnel se cerró porque los vecinos de la parroquia exigieron que se edificara un paso más seguro. Ese año construyeron el puente que hasta la actualidad funciona.
En definitiva, el túnel marcó una época en Zámbiza.
Sobre la obra
Está ubicado en la quebrada de Porotohuaico, a la entrada de Zámbiza, en el norte.
Fue inaugurado en abril de 1951. Antes de esa fecha, la única forma de entrar a la parroquia era caminando.
Su construcción tardó alrededor de ocho años. Unas 30 personas participaron.
Moradores de Zámbiza hicieron mingas para ayudar con la construcción.
Su apertura cambió la dinámica, el comercio y la vida de las personas que vivían en el lugar.