Testimonio. Javier Oyasca.
Todos los días me movilizo desde el norte hacia Cumbayá. Me demoro entre 15 y 20 minutos, porque lo hago en motocicleta. En carro o en bus me demoraría hasta dos horas.
Mi trabajo de mensajero me exige llegar a tiempo para entregar o retirar paquetes.
En la moto puedo evadir las largas filas que se forman en las calles. Hago maniobras para caber en el espacio que dejan los carros. En el sur es más complicado, porque las calles son angostas. Por ejemplo, si en la vía está un carro y un bus ya no puedo pasar, debo esperar a que uno de los dos se mueva.
Una estrategia para evitar los trancones es circular por vías secundarias que son menos transitadas. A veces, el camino se me extiende, pero voy más rápido.
En horas pico no voy por avenidas grandes como la Amazonas, la Colón, la Orellana y la Maldonado, porque hay largas filas de carros. Los buses copan las calzadas y ni las motocicletas pueden pasar.
La congestión en las calles es problema de todos los días. Nunca se va a terminar. Los conductores debemos poner de parte, respetar a los demás y ceder el paso a quienes lo necesitan.
Desde hace 10 años soy mensajero y presencio directamente los trancones, las peleas entre conductores, cada vez la situación empeora. Ya no me estreso ni me pongo mal genio, creo que ya me he acostumbrado. Fuera de mi trabajo prefiero caminar con mi familia.