Para llegar al octavo piso del Centro Comercial Montúfar, en el centro, no hay gradas. Solo hay amplias rampas, por donde podría circular un automóvil. Por allí, los clientes caminan observando lo que se exhibe en las vitrinas.
En el ingreso principal, por la calle Mejía, hay dos guardias con uniforme gris y chaleco negro. A pocos pasos de la puerta, hay un ascensor que dejó de funcionar hace cuatro años. Otro guardia, con la misma indumentaria, permanece en la puerta que da a la calle Montúfar.
El centro comercial se abre a las 08:00, pero las ventas ganan intensidad a partir de las 10:00. Las vitrinas de los 200 locales ocupados están adornadas con luces fluorescentes.
En uno de ellos está ‘Don Jorge’. El comerciante cuenta que, en total, son 439 puestos y que muchos están desocupados. Eso ocurre especialmente en el séptimo piso del edificio, donde se pueden ver muchos locales cerrados.
‘Don Jorge’, en su local vende celulares de distintas marcas y precios. En una de las repisas también hay computadoras portátiles, memorias y radios para autos, cámaras fotográficas de todo tipo y otros artículos.
El comerciante viste una camiseta sin mangas. Es delgado y escucha la canción Idilio, de Willie Colón. Tiene tatuajes en sus manos. “Qué busca, qué necesita”, pregunta al paso de los clientes.Si alguien tiene interés por sus teléfonos, lo invita a pasar a su estrecho local de 1,80 por 2,40 m². El reducido espacio está lleno de cartones y fundas. “Sí quiere vender o arreglar el celular vaya al local del fondo. Ahí le pueden ayudar”, recomienda a un curioso.
Los comerciantes están organizados en asociaciones. Ingresaron y han permanecido allí desde el 2003, cuando el ex alcalde Paco Moncayo, a través del ex Fondo de Salvamento del Patrimonio Cultural, ejecutó el programa de regeneración urbana del Centro Histórico y retiró de las calles a los comerciantes informales.
Los socios de las 13 asociaciones hicieron trámites para dejar las calles de La Marín y ocupar con orden los modernos puestos. La regeneración del edificio le costó al Municipio 3 200 millones de sucres. La construcción se realizó antes de la dolarización.
La inversión comprendió un área de construcción de 1 546 m²; 775 metros fueron construidos para los locales comerciales.
Actualmente, en el centro comercial funciona una guardería. El patio de comidas, ubicado en la terraza, es uno de los sitios más atractivos para los clientes que frecuentan el lugar.
Mariana Alcívar, con su acento costeño, cuenta que mientras sube al patio de comidas, observa la mercadería que está de oferta. Ella visita con frecuencia el centro comercial. “Al inicio, en los puesto de los pisos cuatro y cinco se ofrecía ropa, zapatos y chompas, principalmente. Ahora, los celulares llenan las vitrinas”.
Cristian Anchaluisa, otro cliente, reconoce que va cada vez que necesita mejorar su teléfono celular. Aprovecha para servirse los “incomparables encebollados”.
También le atraen los precios y la facilidad para parquear su vehículo. En el subterráneo del edificio están habilitados 140 estacionamientos. La tarifa: USD 0,40 la hora. Bertha Z., propietaria de un local de zapatillas y bisutería, reconoce que en los últimos cuatro años, la mayoría de comerciantes se dedicó a vender celulares. “Somos pocos los que negociamos ropa, por eso dicen que es una cachinería”.
En todo el centro comercial hay cámaras de seguridad. Según los dirigentes es evitar que ingresen comerciantes informales, que no estén autorizados para vender en el sitio. Además, hay letreros con la advertencia: “Si se encuentra comercializando productos en los pasillos, serán decomisados”. El edificio se cierra a las 20:00.
La Plaza Arenas es el mercado de las cosas usadas
En los estrechos callejones que permiten el paso por los 200 puestos de la Plaza Municipal Arenas hay de todo.
Al ingresar por la calle Vargas, donde se puede leer que esta plaza abrió sus puertas en 1969, hay locales donde se venden guitarras, pailas de bronce, máquinas de coser antiguas y hasta lámparas a petromax.
En los cubículos, a cada paso, se exhiben discos de acetato y compactos, ollas nuevas y hasta despostilladas. También hay artículos para la plomería: tubos, baterías sanitarias, mangueras, grifería y un sinfín de cosas.
José Carrera, un comerciante que lleva 15 años en el lugar, cuenta que los vendedores que ocupan la plaza iniciaron sus actividades en la 24 de Mayo.
Luego de un tiempo, en la década del cincuenta, permanecieron en San Blas y, finalmente, fueron ubicados en este espacio donde, según la historia, funcionó una plaza de toros, inaugurada en 1930. Actualmente, la mayoría de ocupantes son hijos de comerciantes que vivieron esa historia.
Así se definió que el espacio se llame Plaza Arenas, sitio que con el pasar de los años se ha convertido en un gran mercado popular y un centro donde se pueden encontrar reliquias de valor histórico o antigüedades.
Los dirigentes de la Asociación de comerciantes de la plaza descartan que en este sitio se vendan cosas robadas. Una muestra de ello es que se oferta una diversidad de mercadería.
Manuel Vaca, otro comerciante, muestra cada puesto y asegura que en la plaza se venden desde libros usados hasta una amplia gama de artículos para la construcción. Por ejemplo, carretillas, picos, palas, barras…
Otro acceso a la plaza está ubicado en la calle Galápagos. También al ingresar por allí hay puestos que llaman la atención, como el local de un armero. Él prefiere no identificarse, pero lo llaman ‘Don Toñito’. En sus manos, las pistolas se arman y se desarman.
En cada puesto, los clientes pueden regatear los precios. En cómodos cubículos, la mercadería está acomodada en orden.
En el fondo de la plaza están los talleres de cerrajería, que se caracterizan por entregar piezas a precios bajos. Se fabrican ventanas, puertas de hierro, cocinas industriales, hornos, entre otros.
El mercado está abierto desde las 08:00 hasta las 20:00.