En menos de cinco minutos, la cancha de ecuavóley Eduardo Ortiz de La Comuna desapareció, junto con las 40 personas que se encontraban allí. Eran las 18:35 del lunes 31 de enero, cuando una marea de aguas negras arrasó con todo lo que encontraba a su paso y no perdonó si eran autos, escombros, árboles, casas o personas.
Como era costumbre, todos los días hombres y mujeres estaban reunidos allí para practicar ese deporte. El espacio de distracción era de tierra y ocupaba una extensión de aproximadamente 200 m², en las concurridas calles José Berrutieta y Antonio Herrera.
Antes de la catástrofe tenía techo de zinc, iluminación y un pequeño graderío de concreto. Contaba con baños, cerramiento y juegos infantiles. Miguel Ángel Pavón, conocido exdirigente del sector, contó que el escenario deportivo se construyó a pulso, con el sacrificio de los vecinos, a través de mingas comunitarias y otras ayudas.
Hace 15 años lo inauguraron y empezaron a organizar torneos de ecuavóley. Otras veces, simplemente se reunían amigos, taxistas, obreros, albañiles o comerciantes para divertirse.
La tarde del lunes, la gente se organizó para jugar. Luis Correa llegó a las 16:00 y estaba junto a su sobrino y unos amigos. A esa hora se dio un primer partido y poco antes de las 18:00 iban por el segundo. Llovía muy fuerte y pararon por un momento, pero de súbito apareció una ola de aguas negras que primero inundó el escenario deportivo y luego lo sepultó.
Las luminarias se apagaron y la gente huyó desesperadamente. “Un amigo gritó ¡corran! En ese instante se me pasó por la cabeza ingresar a mi carro, pero se me dificultó encontrar las llaves. Entonces me puse a correr lo que más pude”, recordó Correa. Logró ponerse a buen recaudo en una vía transversal, pero no todos corrieron con la misma suerte. Su Chevrolet Onix, con el que trabajaba haciendo carreras en un hotel, quedó completamente destrozado. “No tengo otra opción que migrar a España, como lo hice antes”.
A su sobrino, Steven Pazmiño, lo arrastraron las aguas, pero lo encontraron con vida más abajo, en la calle Javier Lizarazu, al inicio de la avenida La Gasca. Logró salir del río de lodo por su propia cuenta. “Yo me salvé porque bajó la fuerza del primer caudal y pude caminar. Segundos después se produjo una ola más fuerte, que arrastró vehículos, contenedores de basura y escombros. Si me agarraba no sobrevivía”, cuenta el joven, que trabaja dictando clases particulares de piano y acordeón.
Tiene golpes en las extremidades y cortes en la mejilla, las orejas y la cabeza. Horas después de la emergencia, él no pudo dormir por miedo y ansiedad. Recién el jueves logró conciliar el sueño.
La noche del viernes anterior, Pazmiño acudió al velatorio de un fallecido y vivió de cerca la solidaridad y unión de los vecinos de La Comuna, quienes se abrazaron y lloraron por lo sucedido.
Juan Cepa logró salvarse con las justas y ese momento fue captado en video por el celular de un vecino de La Gasca. En las imágenes se observa cómo descendió en medio del río de lodo. Por unos segundos bajó el caudal y logró rodar por su cuenta hacia la calle Alejandro Valdez. En ese instante, casi lo aplastan dos contenedores de basura que descendieron.
Por momentos sintió que se ahogaba y con lo último de sus fuerzas levantaba la cabeza para respirar. Esa tarde acudió a la cancha con su hermano, quien también se salvó. Regresó a ver y la gente salió corriendo. Quiso huir, pero cayó y
le haló la corriente.
Otros moradores recordaron que la cubierta metálica les cayó encima y los arrastró, igual que a las motocicletas y a los automóviles de quienes fueron a disfrutar de la jornada. El morador Ángel Chiluisa conocía a casi todos los fallecidos. El día de la tragedia, él no subió a ese lugar porque solamente lo hacía durante los fines de semana. “Un familiar, que se llama Genaro Valenzuela, murió”.
Una mujer que comercializaba cigarrillos fue arrastrada, pero sobrevivió. Terminó con cortes en la cara y se rompió la cabeza. Chiluisa cuenta que en el sector hay cuatro canchas de ecuavóley que se destruyeron por el aluvión. A su criterio, la ventaja fue que estas no funcionaban de lunes a viernes, solo los fines de semana; caso contrario, la desgracia hubiese sido de mayores proporciones.
Marco Bolaños es voluntario de la fundación Niños de María y vive en La Comuna. Recordó que seis amigos perdieron la vida. Los que sobrevivieron le contaron que solamente alcanzaron a ver un río con escombros y troncos de árboles que avanzaba rápidamente por debajo del túnel. Huyeron como pudieron, en medio de tropezones, empujones y caídas.
Desde el martes 1 de febrero, él colaboró con la entrega de víveres, botellas de agua y botas de caucho, que fueron distribuidos entre los moradores de la Zona Cero, que lo perdieron todo.
Otras personas fueron llevadas a centros asistenciales. Diana Avendaño se encuentra embarazada y sobrevivió a la tragedia. “Estoy viva de milagro junto con mi hija, gracias a la solidaridad de todos”. Hasta el 3 de febrero, 53 heridos fueron trasladados a hospitales o clínicas. De esa cantidad, 10 son atendidos en el HCAM.