Las rosas blancas, rojas y amarillas reemplazaron hoy el boleto de entrada al museo Alberto Mena Caamaño, más conocido como el Museo de Cera, en el Centro Histórico. El propósito era dejarlas como ofrendas en las criptas de los patriotas que perecieron en la Masacre del 2 de agosto de 1810.
Desde las 08:00, la fila de personas copaba el patio del Centro Cultural Metropolitano, en la García Moreno y Sucre. Rosa Andrango y sus hijos ingresaron en el primer grupo, tras una hora y media de espera. Ellos, junto con otros 15 visitantes, recorrieron las 18 salas que cuentan las historia del Ecuador desde la Colonia hasta la Independencia.
A Steven Vinueza, de 10 años e hijo de Andrango, le gustó el área de las catacumbas, en el subterráneo del edificio. Unos estrechos pasillo oscuros de ladrillo visto conducen a las celdas. Allí están las figuras de cera de Manuel Rodríguez Quiroga, sus dos hijas Luisa y María, y los 4 juanes: Juan de Arenas, Juan Larrea, Juan de Dios Morales y Juan Salinas. Todos tienen una bala en la cabeza.
La escena fue inspirada en un cuadro de César Villacrés.
Fabio Guaraca y su esposa Beatriz Medina, nativos de Cuenca, extendieron un día más sus vacaciones para visitar el museo. Era la primera vez que visitaban la capital y no quisieron perder la oportunidad de visitar el museo, a propósito de la conmemoración de los 201 años de la masacre.
30 jóvenes de diferentes establecimientos educativos fueron los guías. Para Nataly Beltrán y Paulina Almache, del Colegio Las Bethlemitas, en la visita aprendieron más que en sus aulas.
Hoy, otro de los atractivos fueron los actores que escenificaron a algunos próceres. Su inusual entrada, arrancó más de un susto y gritos a los asistentes. En una de las salas donde estaban las figuras de Carlos María de La Condamine y de Pedro V. Maldonado, este último recobró vida. Era Jaime Paz y Miño, vestido con trajes de la Época Colonial, quien irrumpió con un discurso. Paola Calvache, de 10 años, saltó y al mismo tiempo rió. “Me asusté”.
A las 11:00 había más de 200 personas en la fila. A esa hora, la guía Jocelyn Carrillo atendió a 10 grupos de 30 personas cada uno.
Al mes, el museo recibe entre 9 000 y 10 000 visitantes. El recorrido finalizó en las criptas ubicada bajo la Sala Capitular del Convento de San Agustín. Allí reposan los restos de algunos próceres. Lenin García y Alexis Rodríguez, de 13 años, estaban emocionados porque solo el 2 de agosto se permite el ingreso a este lugar.