La gesta de 1822 aún es parte de la vida en La Libertad

Moradores de La Libertad visitan el Templo de la Patria y hablan del legado de la gesta en el sector. Foto: Diego Pallero/ EL COMERCIO

Por un chaquiñán, con el estandarte de la Escuela México en las manos. Enrique Guaranda viaja a los días en los que mantener viva la Batalla de Pichincha era prioridad, con una romería de San Roque a la Cima de la Libertad, donde se levanta un obelisco, entre visible y oculto, a un costado del Templo de la Patria, Centro de Quito.

La jornada escolar era vespertina. A las 13:30, no del 24 de mayo sino del 23, se organizaban para emprender la marcha. Lo propio hacían los estudiantes del resto de planteles de la zona. Enrique ha vivido 60 de sus 67 años en la parroquia, al pie del espacio de la contienda entre patriotas y realistas.

En el sitio, conformado por 13 barrios, la gesta está presente y se nutre de relatos que se tejen entre la vecindad, como que hay tumbas de combatientes, con piedras blancas como distintivos. Hay quienes dicen haberlas visto cuando han construido sus viviendas. No hay noticias de osamentas, pero sí de objetos como bayonetas.

En la parroquia La Libertad -donde el censo 2001 detalla 29 320 habitantes y el 2010, 28 376-, Enrique da cuenta de otras batallas: conseguir servicios con mingas.

Al relato se suma Rosa Vallejo, de 68 años, llegó al sector hace 40, cuando todo era monte. En la Cima, donde hay un museo, sus hijos y nietos conocieron sobre la lucha.

En el lugar, otros eventos, como dos derrumbes, también cobraron vidas, incluyendo la del hermano de Enrique, José Luis. Ocurrieron en el  72 y en el 73, recuerda el hombre, mientras camina junto a Rosa hacia el obelisco, donde por el Bicentenario se hicieron arreglos, igual que en los alrededores del Templo, obra del arquitecto Milton Barragán Dumet.

Esa historia se mantiene en los Recorridos Libertarios, organizados por el colectivo Chakiñan UIO, de La Colmena a la Cima. Guadalupe Panchi es una de las promotoras. Son cada fin de mes y llevan ocho años. Se incluye la memoria de la vecindad.

Guadalupe ha vivido en el lugar hace más de 40 años y recuerda que hace unos 15 años, el 24 de mayo, se despertaban con el sonido de los cañonazos, desde el Templo de la Patria y desde el fortín de El Panecillo

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