Se acerca el inicio de clases y aumenta el alboroto en los Centros Comerciales del Ahorro. Soledad Bejarano fue el viernes por los uniformes de sus nietos.
Tras echar un vistazo en varios locales, decidió ir al de Mariana Marcalla, donde a menudo hace compras. Halló el mandil para su nieto de 3 años y el delantal para su nieta de 5. Luego de regatear un poco, pagó USD 13,50 por ambos. Bejarano frecuenta estos centros comerciales porque hay artículos a precios cómodos.
Marcalla vende en el sector desde hace 35 años. Surte su negocio con prendas hechas en varias ciudades del país, que adquiere en la feria para mayoristas que los martes, sábados y domingos se instala en Guajaló. Entre las quiteñas están Arkapen (de Chillogallo) o Manolo. Ella prefiere productos locales, porque dice que no ha tenido suerte con los extranjeros.
“Vendo de todo, según la temporada. Cambio la mercadería para el Día del Padre, de la Madre, Navidad, inicio de clases. Tengo que ver ropa de buena calidad, para que regrese el cliente”, asegura.
[[OBJECT]]La industria textil está entre las principales actividades económicas de Quito. De los 101 937 establecimientos económicos de la capital, 1 628 fabrican prendas de vestir y emplean a 9 047 personas, según el Censo Económico. Los ingresos anuales por ventas son de USD 172 millones.
Javier Díaz, presidente ejecutivo de la Asociación de Industriales Textiles del Ecuador, cree que hay que tener claro que el sector textil y de confección es el segundo más importante de la manufactura en el país. “No es de extrañarse que en la capital se refleje esa realidad también. Por muchos años, este fue el principal sector de la economía nacional”.
Entre el 2007 y el 2009 hubo un crecimiento importante de entre el 6 y 7% cada año, el ritmo de crecimiento fue inferior al 6% en el 2010 y la tendencia es similar en este año. Para Díaz, los altos costos de la materia prima y la incidencia del contrabando han reducido las posibilidades del mercado para las empresas nacionales. “El gran problema no es que haya importaciones, sino que hay productos que llegan a precios muy bajos, especialmente de Asia. Pese a ello, esta industria es la segunda más importante de la economía nacional”, afirma.
Para Díaz, su fortaleza podría explicarse en la tradición textilera del país desde la Colonia. Se ha nutrido de la especialización, la habilidad de la mano de obra y la innovación. Aclara que esto no significa que ya esté en su punto más alto. “Aún queda mucho por hacer, porque aún somos una industria pequeña si se compara con otros países”.
Aunque Díaz considera arriesgado hablar de una única empresa más fuerte, dice que hay ejemplos importantes como las marcas Pinto, D&Bond y Fashionlana, como empresas quiteñas de tradición. Otros casos destacados son Tatoo, con ropa para deportes de aventura, y Marathon, de ropa deportiva. Además, hay empresas más pequeñas destacadas como Wellman, Salomé, Geraldine, Jossbell, Lanafit o Dormel. “Cada una tiene su tiempo en el mercado y en sus distintas líneas se han desenvuelto bien”.
D&Bond, por ejemplo, es una marca de ropa desde hace 15 años. Nació de la fábrica Hilacril, que tiene 40 años.
Fernando Dávila Bond es gerente de Operaciones de la fábrica. Cuenta que tiene 257 empleados, de los cuales apenas 12 son del área administrativa.
Este es un negocio de integración vertical. Dávila Bond explica que eso es una ventaja, porque allí se producen los insumos principales para la empresa. La confección de una prenda terminada que se vende en los locales de D&Bond empieza con hacer el hilo. La fábrica trabaja las 24 horas del día y tiene las áreas de Hilatura, Tejeduría plana y de punto, Tintorería, Diseño y Confección.
En Confección se maneja un solo turno, de 08:00 a 16:00, pero en Hilatura y Tejeduría hay tres turnos rotativos de ocho horas cada uno. En la fábrica hay máquinas japonesas, italianas y alemanas. Actualmente, la empresa está en un proceso de mejoramiento de productividad, que está a cargo de un experto de Medellín, la capital textil de Colombia.
En el área de Confección, Liliana Pailacho trabaja desde hace 10 años. Estudió costura, pero en Hilacril aprendió a manejar maquinarias y técnicas nuevas. Eso es lo que más valora de su trabajo, que luego va a las perchas.
En los pasillos del Quicentro Shopping, el movimiento por la vuelta a clases también se siente. Elena Méndez compraba camisetas para el uniforme de la guardería de su hija. “Busco calidad y tallas más grandes, para que le dure la ropa. Me gusta comprar marcas ecuatorianas porque son buenas y no tan caras como las importadas que venden aquí”.