El colorido de los monigotes, caretas, máscaras y pelucas para la fiesta de fin de año genera un ambiente festivo en las calles de la capital. Los parques, avenidas, puestos ambulantes y locales comerciales son las vitrinas donde se exhiben los rostros de políticos como el ex presidente León Febres Cordero y de personajes animados como el ogro Shrek.
El trajín de las personas por la compra de los monigotes y disfraces ya se siente. Damián Narváez estaba ayer de compras en la tienda de disfraces San Francisco. Él buscaba una peluca rubia para vestirse de viuda el 31 de diciembre. En la av. Toacazo donde reside habrá un show artístico por fin de año y prevé participar con sus amigos. “Es una tradición que realizamos cada año”.
Juan Miguel Plúas, de 8 años, caminaba ayer por la calle Chile, en el Centro Histórico, usando la máscara de Los Pitufos.
Más al norte, en el parqueadero del parque La Carolina, los monigotes de papel y cartón son la mayor atracción.
Hasta allá acudió José Villacrés en compañía de sus dos hijos para comprar un muñeco. La oferta es muy variada y decidieron dar un paseo por todos los puestos de venta. A niños como Alejandro Díaz le gustaron los muñecos que representaban a sus héroes favoritos de Dragon Ball Z y del Chavo del 8. El popular muñeco del Chucky 7 estuvo entre la oferta de monigotes.
Diego Conterón, vendedor en un local de disfraces, contó que en esta época los hombres son quienes más demandan las pelucas.
“Las cabelleras más pedidas son las de tonalidad rubia, roja, amarilla y azul”, comentó.
[[OBJECT]]
Ayer también fue un día aprovechado para recordar cómo se celebraba en antaño las fiestas de los Santos Inocentes y de fin de año.
Algunos jubilados que descansaban en la Plaza Grande rememoraron las bromas que se ingeniaban o de las que eran víctimas.
Germán del Pino recordó que la burla clásica era la de elaborar una copia del boleto ganador de la lotería y venderle a un amigo.
“Incluso se le acompañaba a reclamar el supuesto premio. Cuando se enteraba que cayó por inocente, quería hasta golpearnos”. En fin de año, dijo, que antes cada barrio organizaba una fiesta que incluía orquestas, la quema de un castillo, chicha de jora y hasta aguardiente de puntas. “Nos amanecíamos en el bailongo”.
Para Luis Cazas, un jubilado de 81 años de edad, lo mejor eran las fiestas de inocentes que se realizaban en las plazas Belmonte y Arenas. Las personas iban disfrazadas, las máscaras y caretas nunca faltaban. Para él, en esta fecha es donde más aflora la sal quiteña. “Los chistes son únicos en Quito”.
Cazas acude a la Plaza Grande desde que tenía cinco años, su abuelo y padre pasaban allí las tardes, en una de las bancas. Su casa quedaba en la calle García Moreno y hasta allá escuchaba los chistes que contaba su padre, en el Día de los Inocentes.
Ambos jubilados lamentan que cada año se pierdan tradiciones como la de los inocentes y de fin de año. Ellos optaron por hacer bromas con sus amigos.
Julio Pérez, otro jubilado, dijo que en antaño era común observar personas ataviadas con trajes coloridos que caminaban por las diferentes calles.