Juan Enrique Coloma tenía siete años cuando se pasó a vivir en la casa patrimonial que fue derrocada el pasado viernes en la av. 12 de Octubre. Su familia se radicó allí por unos pocos meses. En 1943, el inmueble fue arrendado, por tres años, a la Embajada de Perú. Una necesidad económica obligó al padre de Juan a tomar esa decisión.
En 1945, la familia Coloma Donoso volvió a la casa. El sector estaba alejado de la ciudad y era dominado por un bosque. Entre los árboles de eucalipto se escondían otras tres casas: el Club La Unión, en la Orellana y el edificio Gericop, de tres pisos.
Era el extremo oriente de la ciudad. Juan recuerda que los amigos le decían a su papá“por qué te fuiste a vivir a esa lejura”.
Por esos años, la av. 12 de Octubre era una calle empedrada, de una sola vía. El tranvía llegaba hasta la Colón, exactamente hasta donde hoy funciona el Hospital Baca Ortiz. La plaza Artigas fue construida después.
Enrique Coloma Silva, padre de Juan, era por esa época cónsul en Uruguay y él contrató al arquitecto Eduardo Mena para que haga el diseño. “Había tres dormitorios, un área de servicio que funcionaba en la parte posterior y otra donde funcionaban oficinas. Mi padre ya era cónsul y sus oficinas eran dos cuartitos con un baño”. En el diseño se consideró una chimenea de ladrillo y madera.
La calle Coruña se abrió después. En 1990, la familia Coloma Donoso decidió vender el inmueble, luego de la muerte de Enrique. El comprador fue el italiano Mauro Sicarelli, quien lo acondicionó para abrir el hostal Santa Bárbara. “La condición para el negocio fue que no se la modificara, porque era un bien patrimonial”.
[[OBJECT]]
El extranjero construyó 17 baños y 13 dormitorios más. El hostal se inauguró en mayo de 1993 y se cerró en el 2009. “El negocio ya no era rentable”.
En ese año, los representantes de la constructora Herdoíza Guerrero le hicieron una oferta de compra y con ellos finiquitó el traspaso de dominio.
La puerta de la entrada principal es lo que más recuerdan Luz Elena y Alejandra Coloma, nietas de Enrique Coloma Silva. Ambas la describen como una puerta grande, de madera gruesa y tallada, en forma de arco.
Al cruzar el umbral había un hall, a la derecha estaba la sala con una chimenea con base de piedra tallada. La casa tenía tres chimeneas. A la izquierda, quedaba el comedor principal y la cocina. “Allí hasta la década de los setenta había una fogón a leña”, recuerda Luz Elena.
Las dos nietas pasaban sus vacaciones en esa casa, durante la niñez. Alejandra recuerda que en la Navidad, los regalos se acomodaban en las escaleras.
De los 772 m² de construcción, la mayor parte está en escombros. Con nostalgia, Luz Elena cuenta que en la parte alta del costado izquierdo, que aún está en pie, quedaba el dormitorio de sus abuelos y un baño principal.
Los pasamanos internos y los pisos eran de madera. Además, había un altillo que servía de bodega. Otro espacio que recuerda es el jardín. Allí había dos columpios y plantas de uvillas. Desde el jardín se le veía pasar a La Torera (una indigente, conocida por sus dichos y sus poses).
A las 05:00 del viernes, una retroexcavadora empezó a demoler la casa, en cuestión de minutos, las paredes se redujeron a escombros. Ayer, desde la av. 12 de Octubre ya no se podía ver lo que quedó en pie. Los propietarios colocaron una malla negra y es imposible ingresar. La demolición fue suspendida por el Municipio.
[[OBJECT]]
La Ordenanza 260
El procurador metropolitano, Ernesto Guarderas, informó que de acuerdo con el artículo 415-A del Código Penal, la destrucción de bienes patrimoniales constituye un delito.
La Ordenanza 260 protege los bienes patrimoniales. Señala como tales a “aquellos ámbitos territoriales que son elementos de valor natural, especial y cultural y que forman parte del proceso de conformación de desarrollo de los asentamientos humanos”.