“Mi nombre es Laura Iza, voy a cumplir 79 años en julio y trabajo desde los 5 años en las ventas en las calles del Centro Histórico de Quito.
Empecé ayudándole a mi mamá cuando hacía hombreras de algodón para ofrecer en los almacenes.
Desde hace siete años bajo, de lunes a domingo, a la iglesia de El Sagrario para vender velas y palosanto. También tengo los libritos de oraciones y las estampitas de nuestro Señor y de la Virgencita.
Cuando llueve no puedo venir porque las calles son resbalosas. El frío me enferma, me duelen las rodillas. Hay días que no se vende nada. A veces USD 10 o USD 15, que no alcanzan para vivir. Los mejores días de fin de semana, con suerte, alcanzo USD 25. Pero no todo es ganancia. Un paquete de velas compro en USD 1,65 y vendo en USD 3, cada una en USD 0,30.
Hace unos cinco años me caí duro y me rompí la cadera. Me pusieron clavos y ahora uso bastón.
Hace más de 60 años comenzamos la venta de sahumerio y velas en la iglesia de San Francisco. Eran jornadas largas para llevar el pan a la casa, pero siempre le ayudé a mi mamá porque soy la mayor de mis tres hermanos.
Éramos parte de una asociación, pero en la alcaldía de Paco Moncayo nos desplazaron a la zona de los baños. Ahí no se vendía y hacía mucho frío. Nos enfermamos.
Mi mamacita se fue al cielo y yo me quedé con el puesto para seguir vendiendo. Por todo lo malo tuve que salir de ahí y fui a trabajar los fines de semana en la iglesia de La Compañía. A veces nos dejaban estar ahí, otras no.
Me fue mal en pareja. Era un hombre borracho y me maltrataba, así que me separé hace 38 años.
Ahora estoy sola. Mis cuatro hijos ya tienen su vida aparte. Uno se hizo borracho y no asoma. Tengo nietos, pero ya casi no les veo; no sé ya cuántos son. A las dos mayores las crié, pero la mamá les llevó y ya no les volví a ver. Sé que están ya casadas.
Vivo en el barrio La Chilena, detrás de la iglesia de La Merced, en el centro de la ciudad. Ahora con la pandemia mi hermano se quedó solito y vino de El Quinche a vivir en un cuartito junto adonde yo vivo. Él paga USD 10 y yo USD 60 al mes. El dueño me rebajó el precio en la pandemia, pero no me alcanza con lo que gano.
Quisiera llorar de acordarme todo el daño que me han hecho trabajando en la calle. Me robaron toda la mercadería, incluido el coche, antes de la pandemia.
El Municipio nos manda a cada rato y no nos dejan trabajar. Hasta se burlan de mí esos agentes cuando vienen en motos. Ahora el padrecito nos deja ponernos en la entrada de la iglesia, pero si nos salimos un poco estamos con miedo. Tememos que los policías se lleven las cosas. Yo quisiera que alguien me ayude”.
Las claves
El padre de la iglesia de El Sagrario, en el Centro Histórico de Quito, le presta una mesa para exhibir y vender la mercadería. Ella llega con su sombrilla y un banco.
La jornada laboral se inicia a las 08:00, y termina a las 16:00. Ante de ir a casa encarga la mercadería, en un edificio frente al Municipio. Firma una hora de registro.