Las manos de Adán Gavilanes son toscas y fuertes. Es el resultado de 32 años dedicados al trabajo en el campo. El hombre de mediana estatura, pese haber cumplido 72 años, aún labora como jornalero agrícola en las granjas ubicadas en el cantón Cevallos, en Tungurahua.
El viernes pasado se levantó temprano. A las 05:00, comenzó las tareas de casa, antes de salir a los sembríos en la comunidad El Rosario de Santo Domingo de Cevallos. Con la ayuda de una hoz y un azadón cortó la alfalfa y deshierbó el cultivo de maíz que apenas mide 20 centímetros de alto. Está lleno con mala hierba a causa de las fuertes lluvias que se registraron en las últimas dos semanas.
“Hay que hacer un buen trabajo y rápido para que en otras ocasiones me tomen en cuenta. Si hace una labor de vago mejor quédese en casa, porque nadie le va a contratar. Es por eso que a mi edad aún me buscan. Como no quisiera tener 40 años menos y tener las mismas fuerzas”, dice con voz fuerte.
Cuenta que su esposa María Tipán, de 68 años, está enferma hace 15 días y en ese tiempo no ha trabajado con normalidad. “Debo cuidar a mi esposa que está delicada de salud, no puedo dejarla sola; me necesita”, dice preocupado, mientras ajusta sobre su espalda una carga gigante de alfalfa que cortó para alimentar a los cuyes y conejos que crecen en jaulas construidas con madera.
Gavilanes dice que la agricultura es un trabajo duro porque debe permanecer largas horas bajo el sol y en otras ocasiones bajo la lluvia, pero debe hacerlo porque con los USD 12 que gana durante el día de jornal puede costear una parte de los gastos de la casa. Compra arroz, azúcar y carne. La alimentación la complementa con las verduras y hortalizas que produce en una pequeña parcela.
El agricultor se lamenta porque en esta semana apenas le contrataron dos días para laborar. “El trabajo decayó bastante desde que comenzó la pandemia. Son pocas personas que aún buscan a un peón para efectuar las tareas de campo en sus propiedades”.
En sus 32 años de jornalero también aprendió las técnicas de las podas, la siembra, el riego y ha participado en las mingas del canal del riego Mocha-Huachi.
Recuerda que su padre le enseñó a cultivar la tierra, aunque de joven prefirió dedicarse a la zapatería, como aparador. Luego que sufriera un accidente decidió abandonar esa actividad y dedicarse al campo como jornalero. Con el dinero que ganaba educó a sus cuatro hijos que ahora le apoyan de acuerdo con sus posibilidades económicas.
“Gracias a Dios recibo los USD 100 del bono y más la ayuda de mis hijos financio la compra de los medicamentos para mi esposa. La situación del país es dura y los precios subieron”, dice convencido.
Datos
En Ambato los lunes, martes y miércoles decenas de jornaleros agrícolas, albañiles y más buscan trabajo en la avenida Cevallos, en el centro de la ciudad.
Un jornalero gana a diario entre USD 12 y 15 sin contar con la alimentación. El trabajo diario es de ocho horas. También participan en las mingas.