En Chile, el ingeniero mecánico Pablo Martinez entrega un regalo personalizado como parte de un emprendimiento que empezó con su esposa tras haber sido despedido de su trabajo por la pandemia. Foto: AFP.
La pandemia de coronavirus ha dejado una estela de muerte en todo el mundo y se ha ensañado en particular con América Latina, nuevo epicentro de una crisis que también está destrozando un ya precario mercado laboral.
Los datos de desempleo regionales para el segundo trimestre, que comprende el período de mayor impacto del coronavirus, son contundentes, sea cual sea el parámetro que se observe.
En Brasil se perdieron 7,8 millones de puestos de trabajo y 12,7 millones de trabajadores están sin empleo; Chile tiene su tasa de paro más alta en 10 años; en Bolivia el desempleo subió casi dos puntos, de 5,7% a 7,3% solo en abril; en mayo en Colombia la tasa de desempleo urbano anotó su nivel mensual más alto desde 2001.
Son algunos ejemplos de un fenómeno generalizado en un continente caracterizado por la informalidad laboral. Los números globales para la región son, tal vez, más impactantes, por las consecuencias de largo plazo que puede acarrear este deterioro al que, hasta el momento, no se le ve un final.
Según la Organización Internacional del Trabajo (OIT), el coronavirus llevó a un récord de 41 millones de personas sin empleo en América Latina y el Caribe, provocando “una crisis económica y social sin precedentes”.
En enero, la cifra era de 25 millones de personas sin trabajo.
Los datos fríos del organismo señalan que la tasa promedio de desempleo en la región podría escalar de 8,1% a fines de 2019, hasta 13% en 2020, dependiendo de que la situación no siga empeorando.
Las consecuencias, lógicas y a la vez dramáticas, son un incremento de la pobreza y de la desigualdad, señala la OIT.
El organismo estima que alrededor de 60% de los trabajadores actualmente empleados en América Latina y el Caribe se encuentran expuestos a posibles pérdidas de empleo, de horas trabajadas y de ingresos.
La coyuntura no afecta por igual a todos los sectores de la población de un continente en el que campea la informalidad laboral.
El analista Alejandro Useche, profesor de la escuela de administración de la Universidad de El Rosario de Bogotá, dijo que en Colombia la crisis “le está dando mucho más duro a la gente de menores ingresos, a las personas que viven del día a día en la informalidad, a los trabajadores independientes”.
Es un fenómeno que se replica a lo largo y ancho de la región, producto de una pandemia que ha obligado a limitar la movilidad de las personas y por consiguiente la actividad económica y el flujo de dinero.
“El fuerte deterioro de la situación macroeconómica se ha traducido en un porcentaje elevado de los trabajadores cuyos ingresos se han visto marcadamente reducidos. Ello como consecuencia de que han perdido sus empleos, que las remuneraciones han sido suspendidas o reducidas porque las actividades económicas han sido sujeto de confinamiento, o que no pueden desarrollar sus profesiones u oficios”, explicó la OIT en su nota técnica ‘Panorama Laboral en tiempos de la covid-19’.
Fabio Bertranou, director de la oficina de la OIT para el Cono Sur y coordinador del informe, explicó que “una de las mayores preocupaciones en situaciones de crisis económicas tan profundas es que los impactos desfavorables sobre el mercado de trabajo perduran por largo tiempo” y “a su vez, los efectos resultan amplificadores de las desigualdades previas”.
Según la OIT, la crisis aumentará “las brechas laborales y sociales que caracterizan a la región”.
El inédito encierro afecta particularmente las posibilidades laborales de las mujeres, explica Bertranou.
“Una porción significativa de las salidas de la fuerza de trabajo son experimentadas por mujeres, que ya exhibían menores niveles de participación económica, situación que puede agravarse aún más. La mayor demanda de tareas de cuidado en esta coyuntura agrega una complejidad para el retorno de las mujeres al mercado de trabajo, especialmente aquellas con menores calificaciones y escolaridad”, enfatizó.
“El retorno al trabajo a medida que se va relajando el confinamiento debería considerar la problemática particular de los hogares con niños y niñas, que no retornan con igual velocidad a la escuela y, por ende, las dificultades que genera en materia de cuidados. La pandemia también está produciendo una crisis en los sistemas formales e informales de cuidado”, concluyó.
El Fondo Monetario Internacional pronosticó un empeoramiento de la situación económica en los países de América Latina y el Caribe, con una contracción del PIB regional de 9,4% frente al 4,2% previsto en abril, producto del coronavirus.