El río Suchiate, en la frontera entre México y Guatemala. Los migrantes centroamericanos cruzan este paso en balsas. Es el principio de un duro viaje en territorio mexicano. Foto: Anna Surinyach/MSF.
La violencia en Centroamérica, ejercida fundamentalmente por las maras en forma de extorsiones y amenazas, está forzando a miles de personas a huir.
Solo a corte de ejemplo, el 42% de los migrantes salvadoreños atendidos por Médicos Sin Fronteras (MSI) y el 32% de los hondureños expusieron algún motivo relacionado con la violencia como factor determinante en su decisión de migrar. Aunque sobre el papel ya se contempla la posibilidad de pedir asilo tanto en México como en Estados Unidos, esta población acostumbra a ser tratada como migrante y los procesos de solicitud de estatus de refugiado implican demoras y son insuficientes para cubrir las necesidades de los centroamericanos.
Otro trámite que haría más fácil la vida de los migrantes es agilizar la concesión de la visa humanitaria en México, que normalmente es solicitada por los que sufren violencia en tránsito, un fenómeno al alza.
Tampoco hay que menospreciar el impacto psicológico que tiene el camino en los migrantes. Yenny Guardado, una salvadoreña de 26 años ha pedido que la devuelvan a su país. “Yo nunca pensé que el camino era así. Hay mujeres que vienen con el mismo objetivo, llegar a Estados Unidos, pero también son pocas las que deciden continuar. Imagínate, vas con esa ilusión, con ese sueño, y el camino te quita tu vida. No vale la pena dejar tus hijos solos por perseguir un sueño”, expone la salvadoreña, que había dejado sus dos hijas atrás.