La gente disfruta de un día en la playa de Rosas, este 21 de junio de 2020. Foto: AFP
En la terraza de su bar de tapas frente a la playa, Pilar Romanach nunca había servido sangrías con tanta ilusión: “esto es la señal de que vuelven los turistas extranjeros” a España una vez reabiertas este domingo, 21 de junio del 2020, las fronteras.
Sobre la arena dorada de Rosas, un pueblo costero catalán a 30 kilómetros de la frontera con Francia, los primeros bañistas se acomodan para estrenar el verano.
La playa es tan larga y espaciosa que no se instalará control de acceso, con decenas de metros entre toalla y toalla.
Sentados en la terraza del antiguo bar “Ribereta”, los primeros extranjeros degustan lo que el gobierno llamó “ la nueva normalidad ” de España, el segundo destino turístico mundial después de Francia.
En el exterior no es obligatoria la mascarilla, si se mantienen 1,5 metros de distancia de seguridad. En el interior sí que deben llevarla.
El estado de alarma decretado a mediados de marzo acaba de levantarse en uno de los países más perjudicados por la pandemia, con más de 28 300 fallecidos.
Después de un estricto confinamiento de 14 semanas, el país empieza a respirar, aunque sea con mascarilla: los españoles pueden moverse por todo el territorio y los turistas europeos pueden venir de vacaciones.
A medianoche, España reabrió la frontera con Francia y los puertos y aeropuertos permiten entrar a ciudadanos europeos sin someterles a una cuarentena. Incluso los británicos, el mayor contingente de turistas extranjeros, son bienvenidos, aunque su país todavía imponga aislamientos a los foráneos.
“Aquí vivimos del turismo francés. A algunos, la pandemia no les ha dejado tiempo de poner en marcha sus negocios y muchos dicen que no van a abrir este verano”, dice Pilar Romanach.
Con guantes azules y mascarilla negra, Pilar pide a sus clientes “ mucha precaución, porque esto todavía no ha terminado”.